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La transformación de una sociedad agrícola en una sociedad industrial fue el camino clásico del desarrollo económico para emplear trabajadores sin ninguna calificación técnica al mismo tiempo que aumentaba la productividad de la economía y los salarios. Es el paso de la parcela a la fábrica.
Por lo tanto, composición del empleo y de la producción, en los dos últimos siglos, se traduce en un aumento de la los empleos industriales y el producto industrial, impulsados por la demanda creciente de los trabajadores industriales.
Esta transformación significó la grandeza económica de los países desarrollados (PD) de hoy, jalonada por el motor de la innovación y el cambio técnico continuo, y la revolución de los medios de transporte, a menores costos unitarios, tanto a nivel nacional como internacional.
Sin embargo, después de 1980 el empleo y la participación en el valor agregado industrial sigue un camino diferente: aumenta para países en desarrollado (PED) que se industrializan y disminuye para los PD.
Por lo tanto, la participación porcentual del valor agregado industrial en el PIB de los PD alcanza su punto máximo a partir del cual se acelera la participación de valor agregado para el sector de servicios. Esta es la transformación de la fábrica a la oficina, basada en la computarización.
Es decir, en los PD la participación de la industria disminuye en el empleo, pero no en el producto, mientras la participación de los servicios aumenta en la economía, tanto en empleos como en el producto. Esta participación descendente en el empleo industrial, y no tanto en el producto de los PD, se ha considerado un síntoma de desindustrialización que se ha acelerado con la relocalización de las plantas industriales de alta tecnología hacia países de bajos salarios, como México, China, Taiwán, etc., dando paso a las cadenas globales de valor.
Sin embargo, en los países emergentes (PED), o de ingreso medios, tanto los empleos como el valor agregado industrial comienzan a caer de manera prematura, es decir, sin alcanzar la participación porcentual que alcanzaron en los PD del 30-40 %. Es decir, la desindustrialización “se produce a un nivel del ingreso per cápita mucho más bajo que en los PD de hoy”, afirma Sutki y colegas.
Por otro lado, de acuerdo con Dani Rodrik, “esto significa que los países de menor desarrollo se están quedando sin oportunidades de industrialización” sin antes alcanzar un nivel de ingreso apreciable como lo lograron los “primeros países industrializadores”.
Los países asiáticos exportadores de manufacturas no han sido afectados por esta tendencia a la desindustrialización, como Corea, China, etc. Pero, los países latinoamericanos sí han sido especialmente afectados, como la economía colombiana, que ha pasado de una participación industrial en el PIB del 22-25 % en 1990 a cerca del 10 % en la actualidad.
Al respecto, los efectos que tiene el proceso de desindustrialización sobre los países de tardía industrialización son preocupantes porque “la industria está perdiendo su capacidad para emplear trabajadores sin destrezas, de manera más productiva, que otros sectores”, y por lo tanto “los países abundantes en fuerza laboral están perdiendo su ventaja comparativa para producir manufacturas”, señala Kunst. En general, como apunta Rodrik, “la desindustrialización prematura no son buenas noticias para los países en desarrollo. Esta bloquea la principal ruta de rápida convergencia económica en escenarios de bajos ingresos”.
Por ejemplo, en Latinoamérica, debido a la caída de la manufactura, la informalidad ha crecido, y se ha debilitado la productividad de la economía. Además, el patrón del cambio estructural es débil e incluso negativo, en las dos últimas décadas, y está relacionado con la reprimarización de la economía y de las exportaciones, desindustrialización, y tasa de cambio sobrevaluadas.
La caída de la productividad del trabajo por la desindustrialización ha significado el traslado de la fuerza laboral a los sectores de baja productividad, especialmente a los servicios: “no existe un crecimiento de la productividad dentro del sector agrícola y el cambio estructural también contribuye poco al crecimiento de la productividad en toda la economía. Por lo tanto, “la desindustrialización explica en parte este patrón, ya que los sectores de servicios se han expandido para absorber a los trabajadores desplazados del sector manufacturero”, de acuerdo con Xinshen Diao.
La estructura productiva y sus niveles tecnológico determinan a su vez la productividad, las ganancias y los salarios, por lo tanto la distribución del ingreso y de la riqueza, y en general el crecimiento de la economía. La estructura productiva también determina la canasta exportadora, que se simplifica o especializa cada vez más en los PED, mientras se diversifica en los PD.
La industrialización robotizada, como efecto de IV revolución industrial, está convirtiendo la manufactura en un sector intensivo en capital, y como una ruta inconveniente para economía de los PED debido a su bajo poder de generación de empleo.
Por otro lado, así como internet eliminó la distancia y facilita la transabilidad de los servicios internacionalmente a través de los desarrollos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), entonces, ¿serán los servicios una alternativa a la industrialización en los PED? Sí, afirma el investigador R. Baldwin.
Guillermo Maya