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Hace poco más de un mes la Organización Mundial de la Salud destacaba el papel que han tenido las farmacias en esta pandemia. No solo porque suelen ser el primer lugar al que acuden las personas cuando están enfermas, gracias a su buena ubicación, sino que estos profesionales pueden ayudar a la población aconsejando y reforzando mensajes sobre higiene de manos, distanciamiento social…
Y es que una de las enseñanzas que está dejando la propagación de este coronavirus, es que la farmacia no es únicamente un dispensador de medicamentos y productos. Esta es una de las principales conclusiones a la que llegaron los expertos que participaron en el Observatorio 100 días de pandemia. La revolución sin marcha atrás en la farmacia, organizado por elEconomista y Cofares y que estuvo moderado por Javier Ruiz-Tagle de Pablo, director de la Revista Sanidad de elEconomista.
«La farmacia tiene que evolucionar, independientemente de lo que ha pasado con la pandemia. Los modos de consumo y de información de un paciente, han cambiado. La farmacia no puede quedarse solo en un dispensador de medicamentos, tiene que evolucionar a ser un centro de salud y para ello tiene que dedicarse a dar servicios de salud al paciente«, indica Eduardo Pastor, Presidente de Cofares.
Solo en el mes de abril 30 millones de personas acudieron a una farmacia, se realizaron 2,2 millones de llamadas y se llevaron a cabo 850.000 atenciones domiciliarias, según recoge una encuesta de la empresa GAD3 para el Consejo General de Colegios Farmacéuticos y la Federación de Distribuidores Farmacéuticos.
Solo en abril las farmacias atendieron a 30 millones de personas
«El farmacéutico ha tenido que trascender su propia normativa para comportarse casi como un centro sanitario, puesto que los que deberían estar dando ese servicio tuvieron muchas veces que cerrar para relocalizar a sus médicos en los hospitales en los que se les necesitaba», recuerda Luis de Palacio, Presidente de la Federación de Empresarios Farmacéuticos Españoles (FEFE).
Una situación que en el ámbito rural ya se venía dando mucho antes de esta crisis sanitaria, ya que como explica Jaime Espolita, Presidente de la Sociedad Española de Farmacia Rural (SEFAR), «en la farmacia rural la crisis no ha supuesto más de lo que veníamos haciendo. La diferencia es que cosas que estábamos haciendo alegales, ahora son legales». Como el experto señala, «la farmacia rural se ha convertido en el centro sanitario por excelencia en la España vaciada, con todos los consultorios cerrados al público y atendiendo exclusivamente por teléfono».
Medidas que ya se pedían
Y es que esta pandemia ha obligado a tomar medidas que, si bien ya se venían reclamando por parte de este sector, todavía no se habían puesto en marcha. Es el caso de la dispensación de medicamentos hospitalarios. Con el objetivo de compatibilizar el aislamiento domiciliario y las recomendaciones de no acudir a centros hospitalarios (principalmente en pacientes de riesgo) y al mismo tiempo asegurar el acceso a los tratamientos, en marzo el Ministerio de Sanidad autorizó la dispensación de medicamentos hospitalarios a través de los establecimientos farmacéuticos.
Aunque a priori solo iba a estar vigente durante el estado de alarma, el Gobierno ha dado continuidad a esta medida durante la nueva normalidad. «No tiene ningún sentido que cualquier paciente, sobre todo en zonas rurales, se tenga que desplazar a hospitales para medicación que está tomando en su propia casa. La farmacia tiene que evolucionar a ser un centro sanitario porque para eso los farmacéuticos son sanitarios y estás suficientemente cualificados», remarca Eduardo Pastor.
De hecho, José Luis Baquero, Director y Coordinador Científico del Foro Español de Pacientes, pone en valor este papel teniendo que cuenta que prevén «un colapso en atención sanitaria primaria y especializada». Baquero destaca que «la labor de la farmacia no es solo la dispensación de medicamento y productos, sino su labor educativa. Es el profesional que enseña hábitos sanitarios, incluso de toma de medicamentos, de aplicaciones… Es el experto en medicamentos y su control de la medicación, y conoce toda la del paciente, tanto la recetada por vía pública como privada, porque suministra ambas». Un hecho muy relevante ya que estos profesionales pueden detectar, por ejemplo, incompatibilidades de medicamentos o alergias.
Es en este punto donde surge una de las reivindicaciones de esta industria: una integración absoluta en la atención primaria. «La necesidad de una mayor comunicación entre los distintos eslabones de la cadena sanitaria, que se ha producido en la crisis, debería ser la normalidad en un sistema sanitario porque redunda siempre en el beneficio del paciente», remarca Jaime Espolita.
Para Luis de Palacio, «hay que trascender la precariedad en la que estamos operando y lograr cierta libertad profesional, especialmente en temas de síntomas menores, que puede estar protocolizado, y en los que la farmacia puede intervenir sin necesidad de molestar a un médico. Podemos hacer campañas de vacunación, que no son excluyentes, son complementarias a las públicas, porque en el fondo de lo que se trata es de cuanto más mejor. Además, la farmacia, al ser tan capilar, puede ser un sensor de lo que ocurre en la sociedad por la demanda de ciertos productos. Podemos sacar una inteligencia que hoy por hoy no se está aprovechando».
Este año, para evitar la coexistencia de la gripe y el virus SARS-CoV-2, se pretende adelantar la campaña de vacunación, sobre todo teniendo en cuenta que los españoles que se vacunan son menos del 60%, según los datos de la campaña 2018-2019, muy por debajo del 75% que recomienda la Organización Mundial de la Salud.
Por ello, el papel de las farmacias se erige como fundamental. Como explica Eduardo Pastor, «en Europa la farmacia se trata como un centro de salud. Por ejemplo, en la vacunación de la gripe tienen un alto grado de alcance en esos países gracias a que utiliza como centro de salud a la farmacia. Y sin quitar competencias a otras profesiones sanitarias».
Otros de los aspectos que no están coordinados y que serían necesarios son la receta electrónica o el acceso al historial clínico del paciente. A este respecto, José Luis Baquero argumenta que «la receta electrónica es absolutamente incompleta, porque es unidireccional, qué menos que fuera bidireccional. En el caso de la historia clínica, sería conveniente que todos los profesionales que atienen mi sanidad puedan consultarla e integrar información».
Los españoles que se vacunan contra la gripe son menos del 60%, lejos del 75% que recomienda la Organización Mundial de la Salud
En este sentido, el sector lleva reclamando bastante tiempo un cambio legislativo para que estos profesionales tengan acceso al historial clínico de los pacientes. Gracias a su interacción continúa con ellos, la farmacia comunitaria obtiene información valiosa que debería compartir con el resto de profesionales sanitarios. Del mismo modo, los farmacéuticos podrían prestar una mejor atención si tuviesen acceso al historial.
«Nos tenemos que poner de acuerdo para contribuir entre todos de una manera coordinada para que el paciente tenga las mejores ventajas de salud. La farmacia tiene mucho poder con el paciente porque es el centro de referencia y confianza de éste. Pero esa seguridad no la podemos dar si no nos permiten, por ejemplo, acceder al historial clínico con el beneplácito del paciente», indica Eduardo Pastor.
«Es fundamental y es una demanda desde los pacientes, y estoy seguro que también de los profesionales, que se elabore un plan nacional con todos los partícipes en el sistema porque será la única vía para que mantengamos un sistema de calidad y sostenible», apunta José Luis Baquero. Y recuerda, «el paciente no quiere estar en el centro, quiere estar al lado trabajando».
Junto a la labor en la farmacia, la de la distribución ha sido indispensable. Con la aprobación de medidas como el reparto de medicamentos a domicilio a personas vulnerables y la dispensación de medicamentos hospitalarios, este servicio se ha convertido en una actividad fundamental durante la crisis. Desde Cofares se han incrementado en 75 las 1.500 rutas habituales para abastecer a las farmacias y han aumentado un 36% la distribución entre hospitales.
«Cuando solemos hablar de la red de farmacias, que en España son 22.000, se nos olvida siempre la distribución que está basada en cooperativas de las que, en su mayor parte, son dueños los propios farmacéuticos. Es decir, que entre las farmacias establecidas tenemos una empresa de logística que proporciona el llevar los medicamentos a cualquier punto de España en condiciones de igualdad, tanto en seguridad del medicamento como en precio», alude Eduardo Pastor.
Respecto a esto, Jaime Espolita recuerda que en el ámbito rural sin la distribución «no somos nada. En el pueblo más remoto donde no llegan la mayoría de servicios, la distribución llega dos veces al día».
Por otro lado, la distribución tiene una gran capacidad predictiva a la hora de analizar el consumo de productos. Es más, desde Cofares, en enero advertían que se estaban solicitando mascarillas de manera inusual, lo que les dio una primera señal de que algo estaba pasando. Así, la cooperativa ha puesto a disposición de las administraciones y de la sociedad su plataforma tecnológica para anticipar tendencias de consumo con el objetivo de estar preparados para tomar decisiones de una forma ágil.
Más marca España
Además de para poner en valor la labor de la farmacia, esta pandemia también está sirviendo para evidenciar el problema que provoca la deslocalización. El desabastecimiento de material sanitario como mascarillas o equipos de protección, debería motivar que «España se plantee seriamente varios aspectos, como la no dependencia de países exteriores en cuanto a suministros de principios activos, potenciar las plantas de producción de medicamentos en nuestro país y no depender de un posible cierre de fronteras. Esto conlleva que, posiblemente, el precio del medicamento pueda tener que variar. Pero hay que asegurarse de que la sociedad española tenga esos recursos en medicamentos y en principios activos ante todo», remarca Eduardo Pastor.
A principios de mes, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunció que el Gobierno está elaborando una reserva estratégica de productos sanitarios «críticos» para garantizar una «rápida respuesta» ante nuevas ondas epidémicas o futuras emergencias de salud pública.
Asimismo, se pondrá en marcha una estrategia impulsada por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo y el Ministerio de Ciencia e Innovación, que permita «afianzar y reforzar» la producción nacional para evitar, «en la medida de lo posible», depender de importaciones de material crítico ante posibles crisis sanitarias. «Se ha demostrado que es imprescindible un sistema sanitario fuerte. Espero que cuando lleguen épocas más tranquilas la administración entienda que la salud es una inversión, no un gasto«, señala Jaime Espolita.
«España se tiene que plantear seriamente varios aspectos, como la no dependencia de países exteriores en cuanto a suministros de principios activos»
A este respecto, Illa se ha comprometido a recuperar los niveles de inversión en Sanidad previos a la crisis de 2008 y aumentar progresivamente los recursos hasta alcanzar el 7% del PIB para contar con un sistema público de salud «robusto» que pueda hacer frente a futuros rebrotes y pandemias.
Eso sí, Luis de Palacio alerta de que «no olvidemos que, si el PIB cae un 15%, va a ser muy fácil sacar pecho diciendo que se ha destinado la mayor proporción de la historia del gasto sanitario sobre PIB. Habrá que mirarlo en términos absolutos, en euros».
Para que el sistema pueda ser sostenible, Eduardo Pastor señala que España requiere aumentar un 1% la inversión pública en sanidad (es del 6,5% del PIB). Hasta 22 países de la OCDE superan a España en inversión sanitaria pública, según un informe del propio organismo.