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Entre viñedos de txacoli acunados por el Cantábrico, al abrigo del manto verde que rodea Eiztaga y con vistas parciales al «Ratón» de Getaria, nos adentramos en Iturri Enea, una pintoresca casa de colores marineros escondida entre hortensias, plataneros y frutales. Debe su nombre a la familia Lafuente, que levantó esta vivienda de arquitectura vasco-francesa a mediados de los 90′. Una fuente (‘iturri’ en euskera) que preside el jardín reafirma sus raíces.
Tras su entramado de barandas azules, vigas vistas y contraventanas ciegas en forma de Z, esas que siempre han guardado el calor y los secretos de las casas tradicionales del País Vasco, encontramos un espacio no menos singular que lleva el eclecticismo por bandera. Suelos de madera, paredes blancas, muebles rescatados de anticuarios, piezas de mercadillos y arte, mucho arte. Un espacio peculiar que invita a quedarse y a disfrutar de sus rincones como siempre ha hecho la familia Lafuente.
Tan solo conociendo un pedacito de la historia creativa y familiar que hay detrás de Iturri Enea podemos entender la esencia de la firma textil dedicada al hogar que ha lanzado Nahia Lafuente, una mujer que ha crecido entre esas cuatro paredes empapándose de cultura y que ahora vuelca todas sus vivencias en su proyecto más personal.
Vivió entre Zaragoza y Getaria, estudió diseño de moda y estilismo en Madrid y se formó en otras disciplinas relacionadas con esta industria en Londres, dentro de las prestigiosas Saint Martins y London College of Fashion. En la capital británica trabajó como ‘Visual Merchandising’ y desde allí voló a tierras germánicas, donde tuvo la oportunidad de crecer personal y profesionalmente.
Trotamundos, creativa y con olfato para la moda, esta joven de 32 años dirige la marca que homenajea sus orígenes desde Alemania, un país donde llegó por trabajo y en el que se quedó por amor. Marc Bezani, su ahora marido y padre de su primer hijo, también se ha convertido en socio y acompañante de esta nueva aventura hacia el emprendimiento.
Decidió cambiar de rumbo tras su baja maternal, abandonando definitivamente las encorsetadas oficinas. Con un confinamiento de por medio, su ilusión compartida terminó de germinar con una explosión de color, como lo hacen cada verano las flores silvestres de su jardín norteño. ¿Su pretensión? Ser fiel a su forma de entender la moda independientemente de las tendencias y llevar a otras casas la diversión que siempre ha reinado en la suya. «Me ha influido la cultura de mi madre, que se ha dedicado toda la vida al arte, y el afilado sentido del humor de mi padre, que siempre ha tenido una forma divertidísima de ver la vida. Supieron plasmar su carácter en nuestra casa y gracias a ellos yo soy quien soy. Quería que esos valores estuvieran muy presentes en la marca», nos cuenta.
En una época en la que la casa ha tomado una relevancia sin precedentes y donde la industria de la moda nos incita a desterrar la ropa fea del cajón, las piezas que Nahia diseña se abren paso como una bocada de aire fresco entre todas esas propuestas de punto y tonos tierra que muchas firmas nos intentan vender como el epítome del confort. Su colección es alegría, son flores y es color, con tejidos livianos en verano y acolchados en invierno, confeccionados con técnicas como el ‘kantha’, un bordado tradicional de la India. «Iturri Enea es lo que a mí me gusta, lo que yo me pondría, lo que me llama y lo que refleja quienes somos. Siempre voy a ir en la misma dirección», asegura.
La bata es la pieza estrella de Iturri Enea. Esa prenda que siempre ha quedado relegada a la intimidad del hogar sin que nadie haya prestado una atención especial a su estética, se convierte en el punto de partida de su primera colección. Nahia reivindica su vuelta, adaptando su diseño a aquellas mujeres que viven la vida a todo color. «Si viene alguien a casa y abres así la puerta estás tan mona. Yo me imagino a mi madre con la bata de casa en el jardín cortando hortensias», reconoce. El tejido, el patrón y los juegos de estampados de flores en una misma pieza buscan el equilibrio entre comodidad y estilo, difuminando cada vez más esa barrera que separa la ropa de casa y la de calle. A ellas, se suman calentitas bufandas de mohair en tonos brillantes, zapatillas de viaje y prácticos neceseres.
La filosofía de Iturri Enea es impregnar de creatividad el día a día y hacer de lo cotidiano algo extraordinario. Por eso, aparte de ropa para nosotras, también han pensado en arropar la propia casa con su esencia. «En mi familia siempre se ha dado mucha importancia a poner una mesa bonita con todo tipo de detalles. Eso también es parte de lo que somos». Imprescindibles son sus manteles, servilletas y sets individuales, que también incluyen posavasos de flores. Tazas de café de estética vintage, cojines, preciosas colchas reversibles y bolas de Navidad para colgar en el árbol completan este catálogo de piezas ‘homewear’ que giran en torno a una casa con alma.
«Iturri Enea es mi vida, mi historia, mi familia y mi trabajo», nos cuenta Nahia, quizás por eso el mimo por el detalle no sea algo excepcional. Desde ‘packaging’, donde incluyen tarjetas con los hipnóticos collages hechos por la artista María Bolín, hasta su particular forma de transmitir la marca lo demuestran. La acogida entre sus clientes ha sido abrumadora y tan solo espera seguir creciendo y repartiendo por el mundo un trocito de su herencia familiar. «La gente aprecia el cariñito que estamos poniendo y eso es un regalazo», asegura Nahia, siempre dispuesta a defender la teoría de que con flores y color la vida siempre es mejor. «Da felicidad, y más en la época gris en la que vivimos. No sabes la alegría que da ponerse una bata de flores y tomarte el café como una reina», bromea. Porque al final, son esos pequeños gestos cotidianos los únicos capaces de transformarlo todo.