Ante un esquema de flexibilización que permite activar sectores económicos no priorizados, el comerciante venezolano se las ingenia para trabajar incluso durante la semana radical.
Venezuela registra un promedio de 460 nuevos casos de Covid-19 diariariamente. Pese a la cifra, el Gobierno mantiene un plan de flexibilización 7×7, en el que se aplican siete días flexibles y siete días de cuarentena radical.
Durante los días flexibles, algunos actores económicos no priorizados pueden incorporarse a trabajar en horarios restringidos, estos sectores son los dedicados a la industria textil, calzado, ferreterías, peluquerías y agencias bancarias.
Sin embargo, en la semana radical; es decir de cuarentena, los sectores antes mencionados no pueden laborar. Durante estos días, solo se permite la operación comercial en áreas esenciales como alimentación, transporte, salud y seguridad.
Ante este panorama, los comerciantes venezolanos se las ingenian para sobrevivir a la crisis que los azota antes y durante la pandemia. Acostumbrados ya a las limitaciones económicas, los emprendedores criollos deben estar reinventándose constantemente.
Una de las principales estrategias empleadas por los líderes comerciales en el país durante los días de cuarentena ha sido trabajar con las persianas parcialmente cerradas y alguien colocar en la puerta, de manera que si un policía llega sorpresivamente a supervisar un negocio, el empleado pueda alegar que no están abiertos al público, sino limpiando o realizando inventario. Táctica que aplican muchos dueños de comercios actualmente.
María Durán, propietaria de una peluquería en la ciudad de Caracas, nos cuenta que ella y su familia viven del día a día, es decir que su estabilidad económica depende de lo que producen diario en su local, por lo que no se puede dar el lujo de cerrar sus puertas durante una semana completa de trabajo.
En consecuencia, debe operar como si estuviera ofreciendo un servicio ilegal, colocando a alguien en la puerta que le indique cada vez que un policía pase por la zona para estar prevenidos y cerrar la puerta rápidamente.
Otras de las acciones empleadas por los comerciantes, ha sido la inclusión o venta de artículos de primera necesidad en sus anaqueles. Por lo que en el caso de las licorerías e incluso tiendas del país, se pueden encontrar productos como alimentos y medicinas.
Locales dedicados a la venta de electrodomésticos y calzado pasaron a ser mercaditos donde también venden harina PAN, arroz y otros productos por bulto. «El objetivo: mantener las persianas abiertas y no quebrar en el intento», comenta Durán.
Asimismo, aquellos emprendimientos que por las restricciones de la pandemia no pueden abrir, han migrado al mercado digital, ofreciendo servicio de entrega o aplicando comercio electrónico.
CIFRAS
Un informe presentado por el Fondo Monetario Internacional titulado «Perspectivas de la Economía Mundial Octubre 2020», sostiene que la economía de Venezuela figura como una de los más afectados por la pandemia en el continente sudamericano, con una proyección que estima la contracción del producto interno bruto en 25% y una hiperinflación de 6.500%.
Según cifras del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios en Venezuela (Consecomercio), 81% de las empresas del país se han declarado en «franco riesgo» debido a la falta de medidas que beneficien al sector.
Para Felipe Capozzolo, presidente de Consecomercio, «alrededor de 40.000 comercios de todo el territorio han cerrado como consecuencia de la pandemia. Por ello, en cuenta estas estimaciones, el presidente de Venezuela, mantiene el plan de flexibilización del confinamiento con el objeto de permitir a otros actores económicos incorporarse al campo laboral «.
Sin embargo, según Capozzolo, «el sistema de 7 × 7 está obsoleto y sólo exacerba la precariedad dentro de la población venezolana, de la cual, según datos de la Encuesta Nacional de Vida 2020, 79,3% está sumergido en pobreza extrema y otro 96,2% se declara pobre».