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Muchos de los que ayer por la tarde asistieron a la ceremonia de despedida de Aura Mora Casanovas, 81 años de bondad, genio y figura, agradecieron infinitamente a las cabezas pensantes del Procicat la decisión de levantar el confinamiento comarcal que les permitió viajar para arropar a la familia.
Más allá de las pérdidas, una de las consecuencias más difíciles de gestionar emocionalmente una despedida está siendo la distancia social, la ausencia de abrazos y besos en unos momentos en los que se necesitan más que nunca. A la matriarca de los Mora la arroparon los suyos, y los que la quisieron y cruzaron comarcas comprobaron a pie de vía que el tráfico en carreteras y autopistas apenas detectó la medida de reapertura y que los volúmenes fueron prácticamente idénticos a los del lunes anterior. Solo la lluvia condicionó un uso mayor del transporte privado, pero como sucede siempre que hay mal tiempo. “Los trayectos para ir a trabajar, justificados, ya se estaban realizando con normalidad. El viernes y especialmente el fin de semana serán los días en los que se notará que ya no hay prohibición para viajar”.
La gente tiene ganas de moverse, de salir y de hacer cosas. Lo demostraron con creces el pasado viernes de Sant Jordi en que las ansias de normalidad y el buen tiempo llenaron las calles y avenidas de personas disfrutando de la primavera en la calle. Abarrotadas estaban también las terrazas y las mesas de los restauradores que se han atrevido a reabrir pese a que siguen sin poder servir meriendas ni cenas. Los restauradores de los centros comerciales miraban de reojo y con envidia, hasta ayer que como el resto de sus colegas lograron la luz verde para volver a servir cafés y comidas.
Sonia Borrell, dueña de la pastelería Buvette, emocionada por la apertura de su cafetería
En trajín de mesas, cajas y personal era emocionante en la planta baja de la Illa Diagonal a primera hora de la mañana. Parecían los preparativos de un estreno, de una gran inauguración. Y con esos nervios lo vivieron algunas. Sonia Borrell, responsable de la pastelería y cafetería Buvette, recordaba que se quedó con el local cuatro días antes de que la administración les obligara a cerrar. Tuvo el temor lógico ante el riesgo que supone abrir un negocio en estos tiempos, pero confía en la gente. A las 9,30 izó la persiana de tela que protegía el local, dentro ya calentaba con humos la cafetera, y sirvió el primer desayuno a una pareja de periodistas de Televisión Española que estaban en el centro comercial precisamente para un reportaje de la reapertura.
Muy cerca, Lara Ruiz colocaba con muchísimo esmero los salvamanteles y cubiertos de las mesas permitidas de la terraza interior del Bovíum, una carnicería selecta que como otros tantos establecimientos de este centro comercial sirven también comidas. “Sin contar esos seis días que nos dejaron reabrir y nos obligaron de nuevo a cerrar con las neveras llenas, llevamos prácticamente un año parados. Un desastre”, asegura sin perder la sonrisa. A esas hora, ya tenía la reserva de tres clientes que habían llamado para no perder su mesa en la nueva inauguración. “La gente tiene muchas ganas. Ojalá no hayan más vueltas para atrás”.
No habrá vuelta atrás si persiste la actitud mayoritaria de la gente, responsable, y que cumple a rajatabla las medidas de seguridad. Desde hoy, el aforo de los gimnasios llega al 50% y se reabren los chiquiparques pero limitados a un 30% de niños haciendo el cafre entre las montañas de bolas de colores. Todo un alivio para muchos padres y madres.