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En muchas partes del mundo las fronteras están cerradas y también los aeropuertos, los hoteles y los negocios; las escuelas, también cerradas. Estas medidas, que no tienen precedentes en la historia conocida, están haciendo mella en el tejido social de algunas sociedades y alterando muchas economías.
La consecuencia será pérdida masiva de empleos y aumento de pobreza en el mundo. Si bien hay mucha incertidumbre sobre lo que va a pasar, hay bastante coincidencia en que las medidas que se están tomando para contener la pandemia y salvar vidas podría cambiar para siempre la forma que tenemos de vivir, trabajar y entretenernos.
Imaginar el mundo post pandemia es fundamental para asegurarnos de que el cambio sea para mejor y no para peor. El mundo físico análogo está viendo su destrucción. Los hoteles, restaurantes y aviones están en crisis. Los negocios digitales, en cambio, crecen cada día más.
Estamos sobreviviendo esta pandemia gracias a la tecnología. Todo el mundo está sentado en su casa con una ventana abierta al mundo. Esa ventana es el teléfono móvil. En el mundo post pandémico las compañías tecnológicas se vuelven más dominantes y poderosas. Eso incluye también a pequeñas firmas como Zoom, y a grandes jugadores como Google, Apple, Facebook y Paypal.
También habrá empresas chinas en el pelotón de vanguardia. Hasta ahora había mucha gente que miraba la tecnología con suspicacia. Pero a medida que la pandemia avance esa gente se olvidará de sus reservas, al menos en el corto plazo.
También es posible que veamos a los Gobiernos haciendo más uso de la vigilancia. La vigilancia es una herramienta para luchar contra el Covid. Israel, por ejemplo, usa smartphones para ver quién ha estado dónde con el objetivo de seguirle la pista al virus; pero al mismo tiempo esas medidas amenazan con debilitar la libertad individual y la privacidad. Esto no es nuevo, solo complementa y acelera fuerzas que ya estaban en acción desde hace muchos años. Hacia adelante esto va a afectar no solo nuestras posibilidades de escondernos de las cámaras, sino que también determinará nuestros derechos socio–políticos.
El Covid–19 acelerará la cuarta revolución industrial y la digitalización de todos los servicios, incluidos los públicos. En medio de la pandemia del coronavirus, el individuo será presionado para que entregue sus libertades civiles básicas a cambio de seguridad. Eso altera el contrato social en el mundo porque se usa como pretexto para reducir el espacio público y asumir más poderes para intervenir en la vida privada de la gente. Así como las crisis generan enormes problemas y desafíos, también nos permiten apelar al ingenio humano y dar saltos evolutivos.
En la agroindustria, (actividad que Colombia podría convertir en motor de progreso), nos debemos animar a pensar el futuro en forma más osada e imaginar qué soluciones podemos aportar al mundo pos Covid-19.
¿Cuántos procesos podemos digitalizar, automatizar o manejar en forma remota? ¿Cómo podemos desescalar los procesos industriales de manera costo-efectiva?
¿Cuánta capacidad productiva de hidrocarburos no convencionales desaparecerá próximamente y qué oportunidades y desafíos genera esto en el mundo de los biocombustibles?
Al tratar de responder algunas de estas preguntas puede surgir una interesante agenda de salto evolutivo para el agro, la minería y la industria. Y respecto a la pugna de las grandes potencias, cabe subrayar que si bien hay literatura sobre la próxima desaparición del modelo capitalista, parece que el capitalismo llegó para quedarse y no enfrenta competidores. Las sociedades del mundo han incorporado el espíritu materialista y competitivo que inculca el capitalismo, sin los cuales caen los ingresos, aumenta la pobreza y se detiene el progreso tecnológico.
La verdadera batalla, en cambio, se da en el seno del mismo capitalismo, entre dos modelos que se torean mutuamente y que difieren en sus aspectos políticos, económicos y sociales. Uno –el de Europa, Norteamérica y muchos otros países– es un sistema liberal meritocrático que concentra la mayor parte de la producción en el sector privado, permite que triunfe el talento e intenta garantizar oportunidades para todos con, por ejemplo, educación gratuita. El otro, dirigido por el Estado y representado principalmente por China, privilegia el crecimiento económico y limita los derechos políticos y cívicos de los individuos. Esos dos tipos de capitalismo compiten entre sí pero están entrelazados. Son conexiones y colisiones que alimentan una competencia entre Oriente y Occidente que se ha hecho más intensa por la que se ha hecho más intensa por las diferencias en sus respectivos modelos.
Es esa competencia la que dará forma al futuro de la economía global.