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Políticas públicas para optimizar los efectos de la cuarta revolución
El objetivo de las políticas públicas es el de regular el excedente de producción que se pueda lograr con la revolución digital y asegurar que nadie se apropie de él de forma injusta .
Educación. La educación debe conseguir que el capital humano sea complementario (y no sustitutivo) en su relación con la tecnología. Para ello, las habilidades blandas o ‘soft skills’ se consolidan como un área fundamental de formación, pues facilitan que las personas podamos trabajar en equipo, liderar y coordinar otras actividades. Dada la velocidad de cambio de esta revolución, vamos a tener que asumir la formación y actualización constante de habilidades, pues se irán automatizando y superando tareas con el avance de la técnica.
Trabajo. Es necesario crear las condiciones que posibiliten al mercado de trabajo generar oportunidades para esas personas que se han formado ya en un nuevo escenario digital. Las tecnologías mismas nos pueden ayudar a evitar desajustes entre la oferta y la demanda laboral: el ‘big data’ es para Domenech y Andrés una herramienta capaz de construir un mercado de trabajo global más eficiente, que permita optimizar el ‘profiling’ de los puestos de trabajo y encontrar a los candidatos más afines de manera mucho más rápida y eficiente que en la actualidad
Competencia en los mercados. Garantizar que los mercados sean competitivos es imperativo para que el excedente de producción que logremos gracias a las nuevas tecnologías llegue a todo el mundo y evitar que monopolios o conductas no competitivas hagan posible que sus beneficios lleguen solo a una parte de la sociedad. .
Aunque las políticas públicas se implanten con éxito en estas tres áreas habrá que afrontar inevitablemente lo que los autores definen como costes de transición, los casos concretos de personas que requieran ayudas públicas para afrontar esta transición tecnológica. Por ejemplo, algunas ocupaciones laborales quedarán obsoletas y será necesario potenciar el reciclaje de esos trabajadores. Para hacer frente a este coste de transición tendrán que aplicarse políticas públicas de carácter redistributivo y medidas fiscales que permitan equilibrar la riqueza. Ante la cuarta revolución industrial necesitamos un estado de bienestar que esté a la altura de los nuevos retos y que utilice todas las tecnologías disponibles para mejorar su eficiencia y alcance.
La tecnología debería permitirnos optimizar la producción y las horas de trabajo, así como facilitar la conciliación y no volverse en contra de nuestro espacio personal. Estos cambios en nuestra forma de trabajar y de vivir nos permitirían un desarrollo más sostenible. Sin embargo, siguiendo la tesis de los autores, para ser optimistas ante el horizonte de la revolución digital no podemos perder de vista las políticas públicas, pues son la clave para manejar los retos de la revolución digital.
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Políticas públicas para optimizar los efectos de la cuarta revolución
El objetivo de las políticas públicas es el de regular el excedente de producción que se pueda lograr con la revolución digital y asegurar que nadie se apropie de él de forma injusta .
Educación. La educación debe conseguir que el capital humano sea complementario (y no sustitutivo) en su relación con la tecnología. Para ello, las habilidades blandas o ‘soft skills’ se consolidan como un área fundamental de formación, pues facilitan que las personas podamos trabajar en equipo, liderar y coordinar otras actividades. Dada la velocidad de cambio de esta revolución, vamos a tener que asumir la formación y actualización constante de habilidades, pues se irán automatizando y superando tareas con el avance de la técnica.
Trabajo. Es necesario crear las condiciones que posibiliten al mercado de trabajo generar oportunidades para esas personas que se han formado ya en un nuevo escenario digital. Las tecnologías mismas nos pueden ayudar a evitar desajustes entre la oferta y la demanda laboral: el ‘big data’ es para Domenech y Andrés una herramienta capaz de construir un mercado de trabajo global más eficiente, que permita optimizar el ‘profiling’ de los puestos de trabajo y encontrar a los candidatos más afines de manera mucho más rápida y eficiente que en la actualidad
Competencia en los mercados. Garantizar que los mercados sean competitivos es imperativo para que el excedente de producción que logremos gracias a las nuevas tecnologías llegue a todo el mundo y evitar que monopolios o conductas no competitivas hagan posible que sus beneficios lleguen solo a una parte de la sociedad. .
Aunque las políticas públicas se implanten con éxito en estas tres áreas habrá que afrontar inevitablemente lo que los autores definen como costes de transición, los casos concretos de personas que requieran ayudas públicas para afrontar esta transición tecnológica. Por ejemplo, algunas ocupaciones laborales quedarán obsoletas y será necesario potenciar el reciclaje de esos trabajadores. Para hacer frente a este coste de transición tendrán que aplicarse políticas públicas de carácter redistributivo y medidas fiscales que permitan equilibrar la riqueza. Ante la cuarta revolución industrial necesitamos un estado de bienestar que esté a la altura de los nuevos retos y que utilice todas las tecnologías disponibles para mejorar su eficiencia y alcance.
La tecnología debería permitirnos optimizar la producción y las horas de trabajo, así como facilitar la conciliación y no volverse en contra de nuestro espacio personal. Estos cambios en nuestra forma de trabajar y de vivir nos permitirían un desarrollo más sostenible. Sin embargo, siguiendo la tesis de los autores, para ser optimistas ante el horizonte de la revolución digital no podemos perder de vista las políticas públicas, pues son la clave para manejar los retos de la revolución digital.