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El pánico desatado por el Corona virus (COVID-19) en Wall Street el lunes 25 de febrero derribó el Dow Jones -3,56% (más de 1.03 puntos básicos), la tercer peor caída de sus 124 años de historia; y lo mismo ocurrió en los mercados europeos y en la región Asia-Pacifico.
En total, los mercados globales perdieron en dos días US$ 1.73 billones, que treparon a US$ 2.44 billones a contar desde el 19 de febrero de este año. Esta enorme pérdida de capital tuvo como contrapartida más reveladora y cargada de sentido el extraordinario fortalecimiento de la economía norteamericana.
Como es usual en los momentos de crisis del sistema financiero internacional y de los mercados bursátiles el efecto inmediato fue el notable fortalecimiento de la economía de Estados Unidos. El primer lugar, los capitales del mundo buscaron de inmediato refugio en Estados Unidos; y la consecuencia fue que los títulos del Tesoro a 10 años (T-bonds/10) mostraron una demanda tan excepcional que hizo que el nivel de rendimiento-tasa de interés – que ofrecieron fue +1.3% anual, para caer luego a +0,5% por año, la más baja de la historia.
El rendimiento de los T-bonds a 10 años cayó -15 puntos básicos en dos días; y dejó largamente atrás el anterior récord histórico de 1.32% anual, provocado por el resultado negativo del referéndum británico sobre el Brexit de 2016.
Esto hizo que la curva invertida de los títulos del Tesoro a 3 meses (+0,3%) y los de 10 años fuera inferior a 18 p.b, lo que despertó en los mercados la fantasía ominosa, absolutamente anacrónica, de que una nueva recesión se acercaba a la economía norteamericana, como ha ocurrido en los últimos 50 años.
El nivel de ganancias de las empresas norteamericanas es 5 veces superior a los intereses que abonan por su deuda, lo que incluye los impuestos que deben afrontar, según advierte la Reserva Federal.
Es la obra de cuatro años de boom económico; e implica que las acciones de las compañías estadounidenses ofrecen hoy una tasa de retorno de 22%, la mejor de los últimos 10 años.
Esta es la realidad de las cosas, y la realidad siempre tiene razón; y la perdida de capital que les ha infligido a las firmas norteamericanas el pánico desatado el 25/26 de febrero es un ejercicio de miedo desaforado, sin sustento económico real.
Por supuesto que el dólar también se ha fortalecido: el lunes 25 aumento 3%, y un porcentaje similar el 26; en las 4 últimas semanas ha trepado +1.65% respecto a una canasta de monedas de los principales competidores de EE.UU (euro, reminbi, libra esterlina, franco suizo, yen japonés).
Al mismo tiempo, las monedas de los países emergentes, fundamentalmente vinculados a la economía de China (que es la socia principal de 144 países en el mundo y responde por 35% del alza global en la ultima década), cayeron -2.36% en el mismo periodo, de acuerdo a JPMorgan.
Por cierto que el peso argentino fue el que más se derrumbó (-4% en 2 días), a pesar de que la demanda de dinero, debido a la completa dolarización, es la más baja de los últimos 20 años; y ésto ocurrió con una tasa-riesgo-país que alcanzó 3.000 puntos básicos, la mayor del mundo emergente (Venezuela salió de escala).
De ahí que la Reserva Federal señalara en medio de la semana catastrófica iniciada el 25/26 de febrero que las perspectivas de la economía norteamericana siguen siendo “muy favorable”, por lo cual mantendría “por un tiempo” la tasa de 1.5%-1.75% anual fijada en diciembre. Pero luego, el 3 de marzo recortó las tasas de interés de los fondos federales en 50 p.b, la ½ de 1. porcentual, y la dejó en 1%/1.25% anual. Lo que ha ocurrido en las últimas 3 semanas en las bolsas del mundo es una historia de pánico, sin relación con lo que sucede en la economía real. Por definición, el riesgo en una situación de pánico se torna infinito, imposible de calcular; y esto hace que proliferen los “escenarios más catastróficos” (“worse case scenarios”), que es el mundo de la “peor hipótesis” proveniente de la estrategia militar, que deja de lado por definición el análisis de lo “posible”, que es tan real como lo actual.
El dato central del Coronavirus es que China – epicentro y origen de la crisis – ha logrado dominarlo, como lo prueba la presencia del presidente Xi Jinping en la ciudad de Wuhan esta semana; y que ha comenzado el proceso de recuperación de su economía, que culminaría con un crecimiento pleno a partir del segundo semestre, según advierten el FMI y el Banco Mundial.
El Covid-19 afectó a la economía china – la segunda del mundo/US$ 14.1 billones/15% del PBI global – sólo por el lado de la demanda, no de la oferta, que está intacta y en pleno proceso de transformación (la “economía digital” cubre ya más de 40% del PBI).
La regla central de la estrategia es que lo accesorio sigue siempre la suerte de lo principal. En lo que se refiere al virus corona, lo principal es inequívocamente la Republica Popular: en términos globales la crisis del virus corona está resuelta a partir del dominio y posterior recuperación de China, un hecho histórico absolutamente singular.
“El miedo es alguien que llama a la puerta y cuando uno va abrir, no está”, dice Shakespeare.