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Si bien la pandemia del Covid-19 les dio el último empujón para tomar la decisión, ya hace un par de años, varias empresas extranjeras habían puesto en evaluación el rendimiento de sus operaciones locales. Los vaivenes económicos, con devaluaciones en el medio, y el rumbo político incierto hicieron peligrar sus negocios en Argentina. La llegada del virus terminó de dar la estocada final y unas 25 empresas extranjeras le pusieron punto final a su estadía en el país.
«Es de esperar que este año que termina sea en el futuro analizado y estudiado como lo que fue, algo excepcional que puso a prueba la residencia de países, sistemas económicos, sanitarios e institucionales, a los negocios y a las vidas personales. Argentina venía desde 2018 pasando por un período de crisis y estancamiento económico que fue profundizado, sin dudas, por la pandemia y la cuarentena», le explica BAE Negocios Diego Bleger, Socio Líder de Advisory en la consultora KPMG Argentina.
Por su parte, Aleksan Buyuk Kurt, profesor de Desarrollo de Nuevos Negocios en la Universidad Torcuato di Tella, indica que «la contención jurídica y política siempre son relevantes, y de no presentarse ciertas garantías de estabilidad, pueden ser un factor determinante a la hora de decidir continuar o no con las operaciones en un país. Debe tenerse en cuenta que para muchas empresas transnacionales, la rentabilidad de la operación en nuestro país (vinculada de manera directa a los múltiples tipos de cambio) tiende a ser cada vez menos atractiva. Y si no existe un fin estratégico, es difícil pensar argumentos que defiendan continuar con la actividad.
Uno de los que voló de Argentina fue el grupo chileno Latam. A mediados de junio, anunció su retirada luego de presentar un Procedimiento Preventivo de Crisis (PPC) en el Ministerio de Trabajo. La nula actividad por los efectos del aislamiento fue un golpe letal para la empresa piloteada por Rosario Altgelt, que dejó en el camino a unos 1.700 trabajadores.
La decisión de Latam se sumó a la tomada por Norwegian, otra aerolínea que se había despedido antes de la pandemia, pero que dejó de operar definitivamente su ruta a Londres a mediados de año. Air New Zealand, que había llegado en 2015, también levantó a principios de mayo su ruta a Auckland, que realizaba cinco veces por semana, y desafectó a los quince empleados de su oficina local. La fuga de aéreas no terminó allí: Emirates y Qatar Airways –que volaba al país desde hace diez años- también suspendieron sus rutas a Buenos Aires por los efectos de la pandemia.
El cierre del aeropuerto de El Palomar también afectó a las empresas que ofrecían servicios allí. A principios de noviembre, la empresa española Acciona informó que se marchaba de Argentina. La compañía, que operaba en el handling de pasajeros para la chilena JetSmart en la terminal bonaerense, Salta y Neuquén, empleaba a cincuenta personas.
«Entre los sectores más afectados, están los vinculados a la industria del turismo y el ocio, energético, minero, de bienes de consumo y construcción. Y entre las actividades que deberán hacer un gran esfuerzo por recuperarse figuran aerocomercial, aeropuertos, vestimenta, comercio minorista, hoteles, deportes y medios», agrega Bleger.
El retail también sufre una sangría de pesos pesados. A mediados de septiembre, la familia chilena Solari, dueña de las tiendas departamentales Falabella y la red de materiales para la construcción Sodimac, oficializó el cierre de cuatro establecimientos en Argentina y la apertura de retiros voluntarios. Además, le otorgó un mandato de venta al banco Columbus Merchant Banking para que le encuentre comprador a sus tiendas Falabella, los homecenters Sodimac y la tarjeta CMR.
Otro de los gigantes que se fue del mercado argentino es la estadounidense Walmart. A principios de noviembre, el Grupo De Narváez, unidad comercial de la familia del ex diputado Francisco De Narváez, adquirió 90 establecimientos y 9.000 tiendas bajo los nombres Changomas, Mi Changomas, Supercentro Walmart y Punto Mayorista. Los nuevos dueños aplicarán un programa de inversión a tres años por USD120 millones y la cadena podría renombrarse con la histórica marca Casa Tía o con Ta-Ta, una cadena que De Narváez tiene en Uruguay.
Industria y servicios
En el rubro textil también hubo movimientos. La estadounidense Nike anunció a principios de año que dejaría de operar en forma directa en el país y que le iba a vender su negocio local al grupo mexicano Axo que, hace unas semanas, desistió de dicha transacción. Ahora, la empresa de la pipa buscará otro candidato.
Algo similar ocurrió con la japonesa Asics, que había desembarcado en forma directa hace tres años y ahora dejará en manos de la brasileña Dass la confección y distribución de sus líneas de zapatillas e indumentaria en el mercado argentino. En el país, Dass ya maneja las marcas deportivas Umbro y Fila.
Hubo varias compañías que abandonaron el segmento de los servicios. En el caso del sector petrolero, la estadounidense Baker Hughes prepara su salida de Vaca Muerta. Puso en venta sus equipos de fractura y herramientas y comenzó con la desvinculación de sus 1.700 trabajadores.
Algunas aplicaciones de delivery también decidieron desinvertir. Uno de esos casos es el de Uber Eats, que también saldrá del mercado colombiano y se enfocará en Brasil, México y Chile. Por su parte, el grupo colombiano Glovo se desprendió de sus operaciones en la Argentina y otros siete países de la región. El comprador fue la compañía alemana Delivery Hero (dueña de PedidosYa) que pagó USD272 millones por las operaciones latinoamericanas de su competidor.
En el aspecto industrial, el laboratorio francés Pierre Fabré anunció la venta de su planta de principios activos farmacéuticos a la argentina Sidus. La salida del país formó parte de una estrategia global para reforzar su presencia industrial en Francia. Por su lado, Gerresheimer, la compañía de origen alemán que producía packaging para el sector farmacéutico, le vendió su operación argentina a la local Imap y también se retiró. Además, la química estadounidense Axalta dejó de producir pinturas para autos en la Argentina. Cerró su fábrica y las oficinas administrativas de Escobar, donde trabajaban unas 100 personas.
«La carga impositiva, y el incremento de los costos operativos, vinculados directamente a la inflación y traducidos en subas salaries por lógicas presiones sindicales, reduce aún más la rentabilidad del negocio. Obviamente el proceso de la pandemia que se traslada a una caída directa en el consumo ha puesto sobre la mesa la necesidad imperiosa de revisar recortes de estructura a nivel global, y sumado a lo mencionado anteriormente, muchas empresas se ven obligadas a buscar la continuidad en entornos más favorables, más sencillos de operar y menos hostiles», concluye Buyuk Kurt.