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Esto significa que en breve estaremos, además de rodeados, bombardeados por un entramado de repetidores de señal.
Si no nos planteamos los orígenes de las repercursiones negativas de cualquier conflicto, síntoma o acontecimiento, difícilmente podemos repararlo y situar unas bases sólidas de referencia. Sabemos que tarde o temprano se anunciará la cura del Covid-19, pero en el contexto y el medioambiente donde se nos condena a vivir, si no nos replanteamos el lugar que ocupa la salud en nuestra sociedad, estoy convencido de que la naturaleza nos seguirá golpeando. Vivimos en un mundo donde las élites políticas sobreviven sometidas a los intereses de las élites económicas haciéndonos creer, ambas, que actúan por nuestro bien. Si así fuera, se tomarían muchas más medidas de prevención que de urgencia, y se contemplaría la salud por encima de los intereses de las grandes industrias.
Si no teníamos bastante con las emisiones de CO2, los plásticos, el cambio climático, la contaminación o la sobreexplotación de los recursos naturales, mientras el mundo está confinado por ley, se están lanzando miles de radares 5G al espacio exterior. En pocos años, una constelación de satélites rodeará el planeta generando una red de alta velocidad que brindará Internet a todos los rincones del mundo. En total serán unos 12.000 satélites, tres veces más de los que actualmente orbitan alrededor de la Tierra. En su aspecto práctico, la tecnología 5G (5ª generación de comunicaciones móviles) tiene una longitud de onda más corta que las precedentes, por tanto necesita más frecuencia, potencia y proximidad para implantarse. Esto significa que en breve estaremos, además de rodeados, bombardeados por un entramado de repetidores de señal. Nadie podrá escapar de los efectos potencialmente dañinos de las radiaciones. En algunas ciudades ya se empieza a aplicar. Especialmente afectadas se verán las personas electrohipersensibles, niños y niñas, embarazadas y personas de edad avanzada o con enfermedades crónicas.
Las ondas de radiación no se ven ni se oyen, pero hay aparatos que las detectan y las miden. Miles de estudios científicos confirman sus numerosos efectos patológicos: agreden al sistema nervioso, al sistema endocrino y al ADN de las células; producen daños y fragmentación en las moléculas de ADN debilitando las defensas inmunitarias; rompen la barrera hematoencefálica; alteran los flujos de calcio; producen estrés oxidativo y niveles elevados de apoptosis (muerte celular programada); son causa de estrés aumentando la frecuencia cardíaca; producen efectos en el sistema nervioso y en las funciones cerebrales; perjudican la capacidad de memoria y aprendizaje; alteran la producción de melatonina; disminuyen la fertilidad masculina y femenina; empeoran casos de eccema y tinnitus, y pueden desencadenar alergias, cáncer y leucemia infantil, entre otras patologías. El despliegue del 5G constituye un experimento que, bajo el prisma del derecho internacional, puede definirse como un crimen contra la humanidad. Investigadores, médicos, científicos y asociaciones ciudadanas piden que la OMS y la ONU detengan el proyecto. A sabiendas de los daños que produce, la gran mayoría de estados solo aplica recomendaciones que sobrepasan ampliamente los estándares indicados por la OMS. Concretamente en España, el Plan Nacional 5G ya está en marcha sin tener evidencias previas de su impacto en la salud y el medioambiente.
El despliegue del 5G constituye un experimento que, bajo el prisma del derecho internacional, puede definirse como un crimen contra la humanidad.
Al mismo tiempo, los medios de comunicación continúan difundiendo todas las bondades que esta tecnología promete: automóviles autónomos, gran velocidad de transmisión de datos (20 veces más rápido que el 4G), Internet de las cosas, realidad virtual aumentada, casas y ciudades “inteligentes”, etcétera. En esa misma línea, existen estudios científicos, la gran mayoría de ellos subvencionados con millones de euros por la industria de telecomunicaciones, que constatan falta de pruebas acerca de los efectos perjudiciales del 5G. ¿Alguien se acuerda de algún científico que nos advirtiera de los efectos dañinos del tabaco en los años 50? Con el argumento de que se transmite mediante ondas electromagnéticas no ionizantes, aseguran que no dañan ni perjudican las células, pues no las calientan.
Es importante saber que nuestro organismo funciona mediante impulsos eléctricos y magnéticos, nuestras células se comunican entre sí a través de señales electromagnéticas; el planeta también alberga un campo electromagnético. Si a este grupo de científicos lo que les interesa es el calentamiento, estaría bien que se ocuparan del calentamiento global del planeta, así por lo menos empezaríamos por algo. Somos seres bioelectromagnéticos influidos por campos electromagnéticos externos. Las células no necesitan calentarse para perturbar su funcionamiento natural. Además de los daños mencionados, este tipo de radiaciones interfieren la comunicación inter e intracelular, alteran las señales biológicas, disminuyen la capacidad de autorregulación del cuerpo y debilitan el sistema inmunitario y la capa de protección natural contra las diferentes formas de radiación.
En un llamado a la Unión Europea, más de 180 científicos y médicos de 36 países, algunos de ellos bajo presiones constantes y bajo amenazas de muerte, advierten sobre los peligros del 5G instando a la UE a cumplir con la resolución 1815 del Consejo de Europa. Piden que se cree un grupo de trabajo independiente para reevaluar los peligros potenciales para la salud y el medio ambiente, así como una moratoria basada en el principio de precaución. Las evidencias científicas son voluminosas y aplastantes, miles de investigaciones revisadas y publicadas en revistas científicas lo corroboran. Las radiaciones tienen un efecto genotóxico que debería paralizar su lanzamiento al público. El Bioinitiative report 2007-2012, una revisión de más de 4.000 estudios científicos, nos viene a decir que si eres una molécula, una célula, una planta o un ratón, deberías mantenerte alejado de las fuentes de radiación. Si eres humano también, por supuesto.
¿Alguien se acuerda de algún científico que nos advirtiera de los efectos dañinos del tabaco en los años 50?
Por la urgencia que representa, seguimos enfocados en el síntoma (Covid-19) y sus repercusiones, encerrados en nuestras casas y empleando internet para todo. En estos días se multiplica la dependencia hacia los dispositivos tecnológicos: virus y tecnología convergen. Si algo hemos podido concienciar en las últimas semanas es que vivimos en un mundo acelerado y sobreexcitado que sistemáticamente le falta el respeto a la naturaleza. El 5G nos va a poner carreteras para que corramos todavía más de lo que ya corríamos, y para que seamos más los que corremos en ellas. Necesitamos prevenirnos, como sociedad, de artilugios y sistemas promovidos por industrias a las que les importa un comino la biología, la salud humana y la vitalidad del planeta. ¿Cómo puede ser que las autoridades políticas y sanitarias no hagan nada al respecto? No pueden decir que no lo saben. ¿Para cuándo la próxima catástrofe sanitaria, económica y social? Tenemos derecho a la salud y a vivir en medioambientes sanos. Las pandemias se previenen preservando un sistema inmunológico fuerte que pueda responder y defenderse ante cualquier circunstancia adversa. Recordemos que los virus ingresan en las células con la misión de no ser eliminados por el sistema inmunológico de quien infectan. La epidemiología es un recurso a considerar, pero para cuando es demasiado tarde.
Con este panorama, los robots humanoides que pronto introducirán en el mercado estarán bastante más preparados que nosotros para sobrevivir en este mundo. Evidentemente tenemos que convivir con la tecnología, pero con sensatez y en equilibrio: la biología está antes que la tecnología. La enfermedad de la naturaleza del hombre es el reflejo de una sociedad que vive de espaldas a su naturaleza y en conflicto con ella. No se trata de una guerra contra el virus, se trata de una reconciliación con la vida y con todas sus manifestaciones. Que lo urgente no nos tape lo importante. Lavarse las manos no va a ser suficiente.
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