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A menudo sonroja un poco insistir en lo obvio, pero me van a permitir que aproveche este espacio para hacer un ejercicio de obviedad.
El mundo es digital, y lo digital da forma a nuestro mundo. Incluso aquello que no está digitalizado se caracteriza hoy precisamente por ese “aún no es” o “está a punto de ser”. La tecnología digital vertebra educación, servicios y empleos: da cuerpo a los existentes y posibilita en buena medida los que están por venir. Hombres y mujeres usamos las tecnologías digitales y debemos participar en la construcción de nuestro futuro digital. Parece implanteable y contraintuitivo, pero aún hay quien se sigue preguntando por qué es importante incluir más mujeres en “lo digital”.
No se trata solo de que la participación activa de las mujeres sea crucial para una economía y sociedad sostenibles, justas y equitativas (y, por supuesto, digitales). No se trata solo de que los equipos más diversos y equilibrados tomen mejores decisiones, sean más innovadores y hagan progresar más a gobiernos y empresas. No se trata solo, en fin, de que no nos podamos permitir desaprovechar el 50% del talento disponible en el mundo que, por pura probabilidad estadística, es necesariamente femenino (ídem el “talento digital”, signifique lo que signifique, pues, como ocurre con tantos sintagmas rutilantes que circulan, no hay una definición unívoca).
Se trata de que las mujeres representan más de la mitad de la población europea, pero son sólo el 17% de los especialistas y el 19% de los empresarios en TIC en la Unión Europea. Se trata de que solo uno de cada tres graduados en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM) es mujer, mientras más de la mitad de las empresas TIC tienen dificultades para contratar personal cualificado. Falta alrededor de un millón de especialistas digitales en Europa. Contar con muchas más mujeres formándose, emprendiendo, postulándose como expertos digitales es simplemente imprescindible para afrontar ese desafío digital de Europa que incluye big data, robótica, inteligencia artificial, ciberseguridad, internet de las cosas… Y la UE lo sabe bien. De ahí la estrategia ‘Women in Digital’ que desde el año pasado centra los esfuerzos en alentar y fortalecer las capacidades de las europeas para que un papel más activo en la era digital.
Si esto es tan obvio, ¿cómo y por qué se produce ese freno o sumidero por el que se pierde tanto talento (digital)? Tengo para mí que prejuicios y estereotipos de género, tanto en la vida real como en los medios de comunicación, desempeñan un papel fundamental. Los especialistas que trabajan con tecnología y en “lo digital” a menudo se representan como hombres. Faltan modelos reales que inspiren y puedan seguir niñas y mujeres, para estudiar STEM y para trabajar como profesionales digitales.
¿Cómo podemos avanzar significativamente en este sentido como sociedad global? Es muy osado dar recetas, pero yo creo que las ideas más brillantes suelen ser las más simples y fácilmente comprensibles. Y para mí lo es la que anima Inspiring Girls, el proyecto fundado en 2016 por Miriam González Durántez, del que tengo el honor de ser embajadora europea. ¿En qué consiste? En que mujeres de todas las profesiones imaginables cuenten personalmente a las niñas cómo y por qué hacen lo que hacen, para que las niñas sepan lo amplio y real que es el catálogo donde pueden elegir. A esa edad en que ya se plantean “qué quiero ser” pero aún están convencidas de que “puedo ser lo que quiera”, sin el peso limitante de sesgos y estereotipos. Es decir, entre los 10 y 12 años. ¿Y dónde están esas niñas? En el colegio. Tan sencillo como que ese encuentro se produzca en las aulas, de forma sistemática y combinada, involucrando a miles de mujeres y millones de niñas en Europa y en el mundo. Desde la sociedad civil, con las instituciones plenamente involucradas y las niñas como protagonistas, con la gran ventaja de que los niños también están en esas mismas aulas. El efecto transformador será imparable.
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