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Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tienen muchas actitudes en común, el problema es que los que siempre saldrán perdiendo son los ciudadanos.
Cada situación que se dé, aún como la desgracia de la pandemia que terminará vistiendo de luto a decenas de miles de familias en México y en Estados Unidos (EU), será aprovechada por políticos sin escrúpulos. Porque también hay algunos que si los tienen.
Tan sólo hace unas semanas, AMLO, cuando la pandemia iniciaba, y en el lugar de tomar acciones y medidas que ya eran mundialmente reconocidas por autoridades sanitarias, no tuvo empacho alguno en declarar que “le venía como anillo al dedo” para sus planes. Hoy, contraviniendo toda lógica y falta de sensibilidad ha “inaugurado” la puesta en marcha su proyecto de Tren Maya y la Refinadora de Dos Bocas, sin importar que ese dinero utilizado inútilmente, será necesario para evitar muertes y sufrimiento a enfermos, familiares y trabajadores de la salud.
Trump, hizo y sigue haciendo lo mismo. No solo desdeño los avisos que sus propios consejeros le indicaban como necesarios sino que hasta se atrevió a “recetar” inyecciones de tóxicos y medicaciones que su torva mente fantaseaba; ciudadanos inocentes sin capacidad de analizar y ciegos seguidores intentaron usar los necios remedios con las consabidas consecuencias.
Para Trump la pandemia ha resultado una molestia pero también una pantalla de humo para seguir preparándose para ganar las reelecciones, él no tiene temor al coronavirus ni a que sus ciudadanos lo contraigan, – ¿Será coincidencia también con AMLO? O tiene solo miedo de no ganar las elecciones y perder el poder sobre el mundo?
Trump, hará lo necesario y manejará a la prensa y a la opinión pública con las mentiras que haya que fabricar sin compasión alguna. Todos vimos como “armó” –en plenas manifestaciones en contra de la brutalidad policiaca -un TV Comercial frente a una iglesia, sosteniendo la biblia, que no le salió tan bien al grado de que políticos y militares que estaban con él por razones fortuitas se han desmarcado, incluso amenazó usar al ejército y pidió a gobernadores “usar mano dura” en contra de los manifestantes.
Esta amenaza de Trump de utilizar tropas contra manifestantes, en gran medida pacíficos, así como otros intentos de politizar a los militares, han perturbado aún más la tranquilidad social y han causado más división entre grupos étnicos por el tema de segregación racial y la discriminación.
El cierre, en un momento necesario, de la frontera al turismo no esencial es oro molido para Trump; este no desea que las fronteras con México y con Canadá se reabran al turismo y actividades “no esenciales” y ha culpado a México de ser el foco que ha infectado al sur de EU; aunque todos sabemos que en una pandemia y en un mundo globalizado no hay culpables. No abrir la frontera sería legítimo si se usaran razones legítimas. Trump no ve como dilema la situación, porque al final dirá que cerró las fronteras y así evito millares de muertes y que además la migración ilegal bajó un 83 por ciento porque tiene “datos” que le soportan, o si deja cerradas las fronteras será un triunfo de cómo “ha evitado que asesinos y violadores pongan en peligro a la nación americana”. Él se las arreglará.
Pero hay más coincidencias. Mientras AMLO inaugura sus encarecidos proyectos en lugar de atender los reclamos de médicos y hospitales, Trump ha seguido construyendo el muro a marchas forzadas, porque entre más kilómetros de muro con México tenga de aquí a noviembre, más votos tendrá de sus seguidores, supremacistas y granjeros, entre otros, que forman la parte gruesa de sus votantes.
En ambos casos se trata de cortinas de humo, de tinglados, telones de fondo ideales para anteponer al primer plano sus planes personales y al último sus obligaciones presidenciales.
Al final gane o no Trump la reelección, habrá miles y miles de muertos que podían haberse evitado, las economías internacionales habrán sufrido y millones de gentes en ambos países serán más pobres. En EU el nombre de la función se dará a conocer en noviembre, en México ni siquiera esa esperanza se tiene, faltan muchos años para que termine la función.
Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.