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Economistas, analistas y servicios de estudio de los bancos prevén una fuerte caída del PIB americano y una recuperación en forma de U una vez controlada la pandemia de Covid-19 y reiniciada la actividad. América supone el 25% del PIB mundial y solo es comprensible desde dentro: para EE UU, cualquier dato es malo si no hay pleno empleo y la economía crece, al menos, un 2%. Algo parecido sucede con China como segunda economía del mundo. Por su tamaño, ni EE UU ni China deberían ser analizados con parámetros europeos porque lo que americanos y chinos consideran un desastre económico, en Europa puede llegar a ser aspiracional.
Morgan Stanley, UBS, Goldman Sachs, JP Morgan y Bank of América prevén (media aritmética) una caída del PIB americano en el segundo trimestre del 40% o -5% en PIB. Una apertura por fases de la economía, como la planteada por Trump, generaría una recuperación en forma de U, pero no de V. Dados dos caveats: que no haya un rebrote de la epidemia y que la recesión no se extienda al segundo semestre.
El National Bureau of Economic Research, similar al INE, plantea dos escenarios: si no se producen las dos advertencias, el PIB caería el 5% antes apuntado, en línea con las previsiones de los bancos citados, entre otros. El segundo análisis, que incluye esos factores, derivaría en una caída del PIB del 12,5%. Para llegar a esa fuerte conclusión, los análisis del INE americano, los economistas y analistas, la Reserva Federal (Fed), el Departamento de Comercio y el Tesoro incluyen en la Thermomix estos ingredientes: datos de PIB y desempleo de todas las depresiones y recesiones que ha vivido EE UU desde el crac de 1929 hasta hoy y extrapolación a América (y al mundo, por el impacto en el comercio) de consecuencias económicas de desastres naturales como los huracanes Katrina, Irma, María y el tsunami del sudeste asiático (diciembre de 2004). No tendría sentido tomar como referencia la peste negra (1347-1353) ni la fiebre española (1918-1920), por cierto originada en Kansas (EE UU). La economía mundial en 2020, evidentemente, no tiene nada que ver con la de hace un siglo y menos aún con la del siglo XIV.
Hoy es prudente tomar en consideración el primer análisis, porque tenemos datos económicos reales, versus el segundo, basado en previsiones (como las del FMI, tan apocalípticas como prematuras). Sabemos que las ventas del comercio descendieron -8,7% en marzo. El consumo aporta el 70% al PIB estadounidense y, por ello, empezamos con este dato. El peor precedente sucedió en noviembre de 2009 durante la Gran Recesión financiera y económica (2007-2009) cuando las ventas retail cayeron un -3,8%. Pero en marzo la venta de ropa y accesorios ha disminuido un 50,5%; los muebles, un 27%; la restauración, un 26,5%; los coches y auxiliar de automoción, un 25,6%. El resto de gastos se redujo doble dígito, incluida la gasolina, a pesar de que el precio del petróleo (Brent y West Texas) estuvo en ese mes por debajo de 20 dólares el barril, su nivel más bajo en 18 años. Pero no se consume petróleo con aviones, coches y fábricas parados. Tan solo el gasto en alimentación subió (26%) porque, como en el resto de países, los estadounidenses hicieron compras voluminosas en previsión del confinamiento.
La producción industrial y la industria manufacturera, dice la Fed, están en su nivel más bajo desde 1946, último año de la Gran Depresión, con una caída del -5,4% y -6,3%, respectivamente. Es la producción industrial endógena, pero China es la mayor fábrica del mundo y, sin los pedidos de componentes de Apple, Microsoft, Intel, GE, Samsung, etc., la contracción de su economía, oficialmente del -6,8%, es realmente del -11%, según Nouriel Roubini, uno de los economistas que predijeron la crisis financiera de 2007. El índice de producción industrial chino habría sido mucho mayor que el reportado por el China’s National Bureau of Statistics. Hay una crisis de demanda (EE UU no hace pedidos industriales ni manufactureros) y también de oferta, porque las fábricas chinas dejan de funcionar, como las norteamericanas y las del resto del mundo, causando un fuerte aumento del desempleo en ambos países, lo que restringe el consumo y genera un círculo económico vicioso.
En un mes, 22 millones de estadounidenses se han ido al paro, tantos empleos como los creados entre 2009-2019. La tasa de desempleo, en el 3,5% en el mes de febrero, podría ascender al 20%, acercándose al máximo de la Gran Depresión, cuando se registró un -24,9%. La construcción de nueva vivienda descendió el 22,3%, según el Departamento de Comercio, el peor dato desde 1984. En marzo no hubo reflejo en los precios de la vivienda, medidos por el índice compuesto de precios de viviendas S&P/Case-Schiller Composite-20 en EE UU que, a 31 de marzo, daba un aumento del +3,1% de precios en el país, con obvias diferencias entre mercados inmobiliarios: el dato del 28 de abril reflejará seguramente mejor la situación actual. Y el índice de confianza del consumidor, último dato de la Universidad de Míchigan, caía desde el 105 del 1 de marzo a 71 puntos el 4 de abril.
Con estos datos (producción, consumo, empleo, vivienda y confianza del consumidor) se explica la caída del PIB del -5% estimada por la Fed, el Departamento de Comercio, el Tesoro, el National Bureau of Economic Research y los servicios de estudios económicos de los grandes bancos.
No sabemos aún el impacto previsto del paquete de estímulo del presidente Trump aprobado por republicanos y demócratas (con una cuantía de 2,2 billones de dólares, el doble del PIB español) ni de la inyección de liquidez a la que ha dado luz verde la Fed, de 2,3 billones de dólares. Pero pronto lo sabremos.
Jorge Díaz Cardiel es Socio director de Advice Strategic Consultants, autor de ‘Hillary vs. Trump’, ‘Trump, año uno’ y ‘Trump, año de trueno y complacencia’