Crédito: fuente
El primero fue el decano Giorgio Armani. En una larga carta, difundida en abril, en pleno confinamiento, cuando Italia era epicentro de la muerte por la Covid-19, el renombrado diseñador italiano criticó el actual sistema de la moda, las prendas usar y tira, los excesos de la industria y el consumismo sin frenos. «No me gusta que una de mis chaquetas, o un sastre mío, esté en una tienda tan solo tres semanas y luego se devuelva al almacén para poner nuevas prendas», aseguró.
Las marcas italianas de alta moda están viendo en la crisis del coronavirus una oportunidad para rediseñar sus estrategias y apostar por un número más limitado de colecciones y menos desfiles, como confirma Michele Costabile, profesor de Mercadotecnia de la Universidad Luiss de Roma. «Es un cambio que tiene el potencial para hacer escuela», explica este catedrático, al remitir este giro a «la fuerte percepción de discontinuidad» que la crisis ha inoculado en nuestras sociedades como respuesta a un suceso, como fue la pandemia, traumático.
«Caminar hacia la sostenibilidad no es algo nuevo pues son al menos diez años que las marcas hablan de ello, pero la crisis está siendo un acelerador de cambio», añade. «Lo cierto es que hasta la fecha muchas de estas marcas destruían sus prendas para evitar que acabasen en terceros mercados», agrega, al puntualizar que esta nueva tendencia no significa necesariamente que estas empresas vean sus ingresos lastrados por ello.
Tanto que el punto y seguido de Armani fue una propuesta para un escenario post-confinamiento, el de ahora. «No quiero trabajar más así, y me parece inmoral hacerlo», dijo entonces Armani. «Basta con el desperdicio», añadió, al agregar que «el momento por el que estamos pasando es turbulento pero nos ofrece una oportunidad única para arreglar lo que está mal».
El momento, además, no es para menos. Según un estudio de la Fundación Altagrama, al que colaboraron 22 analistas, se estima que en 2020 el consumo de bienes de lujo caiga de promedio un 20%, un dato «muy negativo», como dijo el presidente de este organismo, Matteo Lunelli. «En el largo periodo será muy importante saber adaptarse y alinearse a las nuevas tendencias», añadió Lunelli, al puntualizar que las caídas más pronunciadas serán en Europa y el continente americano.
La economía italiana, de hecho, no anuncia nada bueno: en el segundo trimestre el PIB italiano se ha desplomado del 12%, el peor dato desde 1995. Tanto que, según datos de la asociación de comerciantes Confcommercio y la Federación Italiana de Moda, los pronósticos para el sector ‘retail’ son incluso peores. Hablan de una caída en las ventas de entre el 40 y 50% y unos 27.000 tiendas en riesgo de cierre.
De ahí que, tras una declaración de intentos tan tajante y procedente de una figura influyente en el mundo de la moda como Armani, no pasó mucho tiempo antes de que otros competidores de la industria se pronunciaron a favor de la iniciativa. Al menos, de palabra.
Un ejemplo fue el de la casa de moda Gucci, cuyo director creativo Alessandro Michele dijo en junio que esta firma limitará las colecciones que crea cada año y reducirá los desfiles de cinco a dos, abandonando así las líneas creadas para el entretiempo, y la distinción entre las pasarelas masculinas y femeninas.
A continuación, otros 250 diseñadores, intermediarios, grandes vendedores y consejeros delegados apoyaron la iniciativa a través de una nueva carta pública. Incluso algunos procedentes de otros países, como la marca Michael Kors, el diseñador estadounidense Thom Browne y su colega belga Dries Van Noten. La incógnita es si finalmente se convencerán de que este es el camino del futuro.
Crédito: fuente
El primero fue el decano Giorgio Armani. En una larga carta, difundida en abril, en pleno confinamiento, cuando Italia era epicentro de la muerte por la Covid-19, el renombrado diseñador italiano criticó el actual sistema de la moda, las prendas usar y tira, los excesos de la industria y el consumismo sin frenos. «No me gusta que una de mis chaquetas, o un sastre mío, esté en una tienda tan solo tres semanas y luego se devuelva al almacén para poner nuevas prendas», aseguró.
Las marcas italianas de alta moda están viendo en la crisis del coronavirus una oportunidad para rediseñar sus estrategias y apostar por un número más limitado de colecciones y menos desfiles, como confirma Michele Costabile, profesor de Mercadotecnia de la Universidad Luiss de Roma. «Es un cambio que tiene el potencial para hacer escuela», explica este catedrático, al remitir este giro a «la fuerte percepción de discontinuidad» que la crisis ha inoculado en nuestras sociedades como respuesta a un suceso, como fue la pandemia, traumático.
«Caminar hacia la sostenibilidad no es algo nuevo pues son al menos diez años que las marcas hablan de ello, pero la crisis está siendo un acelerador de cambio», añade. «Lo cierto es que hasta la fecha muchas de estas marcas destruían sus prendas para evitar que acabasen en terceros mercados», agrega, al puntualizar que esta nueva tendencia no significa necesariamente que estas empresas vean sus ingresos lastrados por ello.
Tanto que el punto y seguido de Armani fue una propuesta para un escenario post-confinamiento, el de ahora. «No quiero trabajar más así, y me parece inmoral hacerlo», dijo entonces Armani. «Basta con el desperdicio», añadió, al agregar que «el momento por el que estamos pasando es turbulento pero nos ofrece una oportunidad única para arreglar lo que está mal».
El momento, además, no es para menos. Según un estudio de la Fundación Altagrama, al que colaboraron 22 analistas, se estima que en 2020 el consumo de bienes de lujo caiga de promedio un 20%, un dato «muy negativo», como dijo el presidente de este organismo, Matteo Lunelli. «En el largo periodo será muy importante saber adaptarse y alinearse a las nuevas tendencias», añadió Lunelli, al puntualizar que las caídas más pronunciadas serán en Europa y el continente americano.
La economía italiana, de hecho, no anuncia nada bueno: en el segundo trimestre el PIB italiano se ha desplomado del 12%, el peor dato desde 1995. Tanto que, según datos de la asociación de comerciantes Confcommercio y la Federación Italiana de Moda, los pronósticos para el sector ‘retail’ son incluso peores. Hablan de una caída en las ventas de entre el 40 y 50% y unos 27.000 tiendas en riesgo de cierre.
De ahí que, tras una declaración de intentos tan tajante y procedente de una figura influyente en el mundo de la moda como Armani, no pasó mucho tiempo antes de que otros competidores de la industria se pronunciaron a favor de la iniciativa. Al menos, de palabra.
Un ejemplo fue el de la casa de moda Gucci, cuyo director creativo Alessandro Michele dijo en junio que esta firma limitará las colecciones que crea cada año y reducirá los desfiles de cinco a dos, abandonando así las líneas creadas para el entretiempo, y la distinción entre las pasarelas masculinas y femeninas.
A continuación, otros 250 diseñadores, intermediarios, grandes vendedores y consejeros delegados apoyaron la iniciativa a través de una nueva carta pública. Incluso algunos procedentes de otros países, como la marca Michael Kors, el diseñador estadounidense Thom Browne y su colega belga Dries Van Noten. La incógnita es si finalmente se convencerán de que este es el camino del futuro.