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Por Daniela Bluth
Ahora la situación es otra. El ciclo de la moda (y la moda en sí misma) se transformó de un día para otro obligado por una pandemia. No es la primera vez que pasa. Según el racconto que hace Alejandra Pintos en la nota que publicamos hoy, los primeros tapabocas (técnicamente llamados máscaras quirúrgicas) surgieron como una necesidad médica a fines del siglo XIX. El tiempo y las circunstancias fueron perfeccionando sus prestaciones técnicas y también modificando su uso. Rápidamente, la industria de la moda los incorporó a su cadena de producción. Mucho antes de la aparición del Covid-19 ya había tapabocas en desfiles, producciones de moda y vidrieras. En el este asiático, por ejemplo, su uso no solo es costumbre sino que incluso se transformó en un accesorio con nombre propio, smog couture, y se utiliza sobre todo para protegerse de los altos índices de contaminación que hay en el aire de las grandes ciudades.
En Uruguay, salir a la calle y ver a la gente usando mascarillas todavía es impactante. Sin embargo, es indiscutible que se convirtió en el accesorio estrella. Los descartables, que abundaban los primeros días de pandemia, fueron poco a poco sustituidos por modelos caseros hechos por una madre o una amiga con retazos de tela o los de diseñadores, que no cuestan miles de dólares como los de Gucci o Fendi, pero son para paladares más exigentes. El tiempo, supongo, hará que los veamos como una prenda más, como parte de la rutina.
Para la industria de la moda, esa que estaba acostumbrada a los ciclos cortos, a las promociones tentadoras, a las ferias de diseño, a los fines de semana de descuentos, a las ventas masivas los «días de», la pandemia fue un golpe que los obligó a hacer un tour de force. Muchos se reconvirtieron rápidamente. La ropa comfy o sporty, el athleisure, que ya era tendencia, se volvió objeto de necesidad y deseo, un combo infalible. En el mercado local, por ejemplo, Margo Baridon presentó una colección con piezas increíbles. Lo mismo hicieron otras marcas, que adaptaron sus colecciones a la nueva realidad. El consumo tradicional se desplomó y la venta web se convirtió en el único camino para mantenerse activos. A comienzos de abril, la consultora de Estrategia de Retail Rosario Terra hizo una encuesta entre 80 mujeres referentes en sus áreas para evaluar el consumo en Uruguay durante el primer mes de aislamiento voluntario. Los resultados mostraron que casi 90% optó por recortar gastos como primera estrategia para el financiamiento del hogar y que 52% no había hecho ningún gasto por fuera de los rubros esenciales. Al ser consultadas por la compra de ropa, calzado o accesorios, 38% respondió: «No me interesa, no necesito nada». Augusta Adriasola, comunicadora de moda y codirectora de la agencia Rosé, también analizó el tema en un informe que tituló Moda en tiempos de Covid-19. Allí daba cuenta de cómo la forma de consumir estaba cambiando, y cómo las marcas y las industrias asociadas a ellas -como las publicaciones de moda- debían adaptarse. A partir de ahora, dice, la gente valorará la creatividad, la compasión (referido a la responsabilidad social) y las promociones. Los consumidores de entre 30 y 40 años ya no prestarán tanta atención a las tendencias y comprarán «prendas de inversión» que duren en el tiempo y tengan un valor agregado. «Están dispuestos a gastar siempre y cuando la marca aporte algo a sus vidas», asegura el informe.
Esta nueva realidad en un sector de la industria tan asociado a galería también modificó nuestra capacidad para pensar y realizar producciones de moda. Pero igual que el resto de la sociedad, logramos adaptarnos, probamos, innovamos, nos equivocamos y volvimos a intentar. En esta edición publicamos nuestra primera producción de moda hecha totalmente a distancia, apelando a la tecnología como principal aliada. Delante de un teléfono celular estaba el trabajo de una modelo genial; detrás, el de una productora y dos fotógrafos que supieron entender y sumarse a este nuevo lenguaje. Aunque hablar de nueva normalidad ya suena a cliché, lo cierto es que existe y nos afecta en las pequeñas y grandes cosas de la vida. Lo importante, concluimos después de esta semana de trabajo, es aprender a vivirla, a disfrutarla y a seguir haciendo, con nuevas reglas, pero con los valores de siempre.