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De acuerdo con la estimación preliminar del INEGI sobre el crecimiento del PIB en México durante el primer trimestre de este 2020, nuestra economía cayó 2.4 por ciento en términos anuales respecto al mismo periodo del 2019. Curiosamente la mitad de la cifra que se dio a conocer en los Estados Unidos una semana anterior, que fue de -4.8 por ciento.
En ese sentido tiene razón el presidente López Obrador al argumentar “no nos fue tan mal”. Sin embargo, siendo realistas, esto a penas comienza. Mientras en los Estados Unidos ya están implementando protocolos de reactivación, en México a penas estaremos pasando por el pico de contagio en las siguientes semanas, lo que indica que el periodo de reactivación económica podría tardar de tres a cinco semanas más, y sabemos que este proceso de reactivación será paulatino, por lo que no todos los sectores económicos encenderán sus motores y los que lo hagan tampoco lo harán al 100 por ciento. Esto quiere decir que estaremos viendo lo peor de la crisis justamente en el segundo trimestre del año (abril, mayo y junio) y en una buena parte del tercer trimestre también.
En “la mañanera” del 30 de abril el presidente dijo que el PIB de México había caído 1.6 por ciento, y es cierto, pero esa caída es con respecto al último trimestre del 2019; para quienes quieran explorar las páginas del INEGI se darán cuenta de que los cuatro trimestres del año pasado mostraron caídas del 0.1 por ciento consistentemente de un periodo a otro. Claramente la economía mexicana va en retroceso, de cualquier manera que se mida.
Ahora bien, la Oficina del Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos (http://cbo.gov) proyecta una considerable caída del 12 por ciento para el segundo trimestre del 2020 para ese país, y sabiendo que se espera que la mayor contracción para la economía mexicana será precisamente en este segundo trimestre, no es descabellado pensar en una caída en el PIB de México alrededor del 10 por ciento.
Más allá de las proyecciones o predicciones para la economía de nuestro país, lo que si es un hecho es que tendremos una contracción económica severa, veremos un incremento en el desempleo, el sector informal de la economía seguirá creciendo, así como la inseguridad en la mayoría de las ciudades. Ante esto, seguimos sin ver una estrategia de política fiscal responsable que muestre una alineación hacia la recuperación económica del país.
La iniciativa enviada la semana pasada por el presidente a la Cámara de Diputados para solicitar una ampliación de poderes para la SHCP para modificar el presupuesto ante una emergencia económica, muestra, para mi gusto, un primer intento de solicitar poderes especiales al Congreso en el momento que lo desee. Es decir, más allá de la solicitud especifica de ampliar poderes para reorientar recursos del presupuesto, me preocupa el hecho mismo de haber solicitado una ampliación de poderes especiales.
El Poder Ejecutivo, a través de su Secretaría de Hacienda, tiene actualmente la autoridad para hacer modificaciones marginales al ejercicio del presupuesto, y en caso de requerirlo puede solicitar al Congreso cualquier modificación extraordinaria.
Prácticamente cada año se hace desde hace ya varios sexenios; por ello pregunto ¿cuál es el objetivo real de haber enviado la iniciativa solicitando ampliación de autoridad? ¿probar la fuerza de la bancada de Morena? ¿medir la reacción de los partidos de oposición? ¿medir la reacción de la sociedad? Yo no tengo duda de que López Obrador llegó a la presidencia por medio de un proceso electoral democrático, clara y contundentemente ganó la mayoría de los votos; tampoco tengo duda de que la separación de poderes y los contrapesos institucionales son fundamentales para la consolidación de la democracia.
La historia nos ha enseñado que la solicitud de poderes extraordinarios ha sido usada para fines terribles de concentración de poder y opresión. Creo que la Secretaría de Hacienda junto con el Banco de México y en coordinación con el sector empresarial y el financiero, pueden encontrar aún estrategias efectivas para iniciar una reactivación económica sin necesidad de poderes especiales.
Aún estamos a tiempo de enfocar recursos y diseñar “amortiguadores económicos” para la segunda mita del año, no se requieren poderes extraordinarios, se requiere de una buena política fiscal y de una coordinación política entre el sector público y privado. No busquemos pretextos para concentrar poderes y coartar el balance institucional en nuestra joven democracia.
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El autor es Decano Asociado de Educación Continua de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno, del Tec de Monterrey.
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