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Puedo afirmar que varios de los lectores de esta columna, conocen el término que hoy propongo. Y para los que no estén totalmente seguros de qué se trata, la intención hoy es saber qué es, cómo nació y qué tanto daño nos hace como sociedad la Obsolescencia Programada (OP).
Primero definiré el término, que muy poco varía en las consultas que hice, para precisarlo más. Es aquella perversa operación que realizan los fabricantes de casi todos los consumibles que día a día utilizamos para su cumplimiento limitado de vida útil, y de esa forma “cumplan en el rol” que se les asignó, sin que puedan perpetuarse. Entre ellos encontramos a los celulares, las computadoras, la ropa, los automóviles, etc. Así que, si de repente en alguno de sus aparatos electrónicos de más uso, ya no puede instalar la última versión de un sistema operativo, o un antivirus, o un paquete para cualquier actividad, entonces Usted es víctima de este tema que hoy expongo. Obviamente el sistema de la oferta y la demanda hizo cada vez más recurrente esta nefasta situación.
Los fabricantes se encargan de que jamás pueda ser reparado, o bien, no conseguir alguna pieza para poder arreglarlo; y aunque se han logrado algunas cosas legales en contra de esta mal sana práctica, estamos muy lejos de que esto se termine.
¿Cómo nació?
Es muy obvio que este tipo de prácticas tiene su génesis en el mundo industrializado, además de poseer el afán de que el consumo masivo sea una “necesidad imperante”, con la finalidad de tener consumidores cautivos, los que harán lo imposible por obtener el satisfactor.
La OP se tiene clasificada en tres categorías muy claras, y estas son: Obsolescencia Funcional y Tecnológica, que es aquella donde presenta una avería o incompatibilidad con los productos que van surgiendo en el mercado. Obsolescencia de Calidad, que es la que presentarán fallas y mal funcionamiento. Y la Obsolescencia Psicológica, que es la que incide en nuestro pensamiento, haciéndonos creer que si no tenemos tal o cual producto, no estaremos a la altura social que nos merecemos. Esta última de las clasificaciones, es la más preocupante, ya que como sociedad hemos dejado que sea un equipo electrónico o un bien de consumo, quien hable por nosotros, el que nos otorgue personalidad y, según la mayoría de los consumidores, les eleve su nivel socio-cultural.
Y las consecuencias de este tema que hoy pongo en la mesa, es el deterioro ambiental, con las derivaciones que cada día vamos sufriendo.
Y Usted, estimado lector, ¿A qué nivel es víctima de esta práctica insana? (donde 1 es casi nada y 10 es el máximo).
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