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Se abre la puerta y el pasillo está repleto de flores y plantas. El lugar es cálido como el recibimiento de Jessica Pullo, diseñadora de moda sustentable y creadora de la marca Biótico. Maniquíes con vestidos de novia hechos con descartes; carteras y bolsos por un lado; materia prima por el otro y un vitreaux que permite luminosidad de película. Jessica lo deja en claro: no hay ropa inservible. La industria de la moda es la segunda más contaminante, luego del petróleo. Lo más nocivo es el fenómeno de la moda rápida: comprar, usar y tirar. Greenpeace ha encontrado residuos de varias sustancias químicas peligrosas en ropa fabricada por 20 marcas internacionales de moda. Se incluyeron altos niveles de ftalatos tóxicos -sustancias compuestas por nafta- y sustancias cancerígenas por el uso de colorantes. La moda sostenible representa uno de los aspectos más sofisticados del lifestyle ecológico.
Jessica acomoda carteras con descartes como sachets de leche y cuenta acerca de Biótico: “Es indumentaria de autor, sustentable, que fusiona diseño, arte y moda. Plantea un nuevo paradigma en la producción de indumentaria y accesorios, capacita y emplea poblaciones vulnerables y revaloriza los desechos urbanos y textiles, transformándolos en materia prima para producir su colección”.
La moda sustentable se sostiene gracias a emprendedoras ecofeministas como Pullo. Y es debido a diferentes técnicas de producción que es posible que una prenda vieja y rota se convierta en el vestido perfecto. Pullo explica: “El upcycling significa aprovechar materiales reciclables para crear productos que tienen un mayor valor que el que tenía el original”. La diseñadora termina de trenzar descartes y cuenta que es normal que se confundan técnicas como el recycling y el suprarreciclado – upcycling – y aclara: “El primer término implica el aprovechamiento de desperdicios y materiales en desuso para crear una nueva prenda; mientras que el segundo es un tipo de reciclaje en el cual se toman deshechos pero con ellos se realizan objetos de mayor calidad”.
Contaminación ambiental
Casi toda la ropa está elaborada a base de cuatro materiales: algodón, lana, seda o fibras sintéticas. Los tres primeros se obtienen de forma natural y el cuarto es un derivado del petróleo. La fabricación de indumentaria es un proceso que puede perjudicar el medioambiente. Por ejemplo, según el sitio especializado en moda sostenible Xinta Minta, el algodón utiliza cerca del 25% de los insecticidas que se consumen en el mundo y más del 10% de los pesticidas. La lana provocó en la Patagonia argentina la desertificación en el 93% de las tierras en las que se la producía, de acuerdo a datos oficiales del gobierno nacional.
La contaminación de la moda rápida no puede desligarse del fenómeno de la escasez con el que juegan las empresas internacionales. Como es el caso de Zara que, en un principio, establecía que si la demanda era de 100 unidades, se producían 80. Gimena Lorenzi, socióloga y psicóloga, comenta que, de esta forma, la marca se asegura que la clientela se encuentre obligada a darle valor a lo que cree escaso y se apresure a comprar antes de quedarse sin alguna prenda.
Mirta Calandrelli es diseñadora de moda sustentable y tintes. Además, creó Essentia Calandrelli. Mientras termina un tinte orgánico, dice: “Crecí en un mundo donde nos rodeaba lo natural y nos proveíamos de todos los productos de la naturaleza. Había que cumplir un mandato familiar que era tener una profesión, formar una familia, criar hijos; y para eso me tuve que meter en moldes, estructurarme. Pero en esta tercera parte de mi vida, decidí volver a mi vocación de crear”.
Cuelga su campera estrella de la nueva colección Esencia, y comenta acerca de su trabajo: “Utilizo fibras naturales y procesos de estampación totalmente naturales: tintes que yo misma produzco sobre recolección de vegetales, de hojas, frutos, cortezas de árboles y también de estampación botánica o por medios mecánicos donde uso pinturas y procesos que no necesitan más energía que las propias manos”.
Por un consumo responsable
La opresión femenina y la explotación en la industria textil se centran en los trabajos forzosos en condiciones deplorables a las que se las expone a las mujeres en talleres clandestinos. Según el libro de investigación “To Die For: Is Fashion Wearing Out the World?” de Lucy Siegle, periodista y escritora británica, millones de personas están ocultas trabajando encorvadas, bordando contenido de alta costura, en habitaciones pequeñas donde conviven con sus familias. Estas trabajadoras deben acudir a sus niños -que tienen manos más pequeñas y presentan precisión- para coser y adornar con mayor rapidez la ropa que luego se comprará en forma masiva.
Mirta agrega: “Miro siempre las etiquetas a ver dónde se ha hecho la ropa, y cada vez que veo que se ha hecho en lugares donde sé que hay trabajo femenino mal pago y explotación, yo digo ‘es imposible que la persona que fabricó esto haya tenido un sueldo digno’. Es uno de los grandes flagelos contra los que hay que seguir luchando”.
Hasta el año pasado, en Estados Unidos se desechaban unos 12,8 millones de toneladas de productos textiles al año, lo que da como resultado un promedio de 40 kilos por persona, según estima la Environmental Protection Agency de Estados Unidos. Luciana Manfredi -diseñadora de joyería y textiles sustentables- lucha contra la explotación y los desechos de productos textiles en Argentina. “En mi equipo de trabajo cuento con mujeres y varones y creo que la forma de combatir esto es con un precio justo. A cada uno le doy un valor de lo que está haciendo y le pago lo que es. En resumidas cuentas, si yo no respeto el valor que su trabajo tiene, lo mío no va a funcionar, porque aquí cada puesto es importante para que todo salga adelante”, sostiene la diseñadora. Luciana muestra su último diseño: una mochila hecha con un solo pliego, troquelados y un solo corte total, mientras comenta: “Ser mujer emprendedora creo que es algo más que se agrega a un listado de factores para empoderarme”.
Mientras habla su tapabocas parece el protagonista: fue hecho por ella con cuero ecológico reutilizado. Manfredi señala que todo lo que produce le recuerda a su niñez: aprendió de su mamá, también emprendedora y artesana. Tal vez es cuestión de empoderarse a través de placeres que acompañan desde hace mucho tiempo, como estas tres emprendedoras. O tal vez es simplemente querer cambiar el mundo.