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Es una palabra buzz, una palabra de moda, resiliencia. Y desde que el Coronavirus está con nosotros, su significado tiene más importancia que nunca. Se trata de la gestión de la incertidumbre en momentos de crisis y la capacidad de recuperarse de ellos. Personas, hogares, empresas y economías enteras sufren por un cambio emergente que, además, parece quedarse con nosotros bastante tiempo. ¿Seremos capaces de recuperarnos?
A nivel económico, inicialmente, nos urge la cuestión de cómo áreas fundamentales, como el sector alimentario, sabrán sobreponerse a las consecuencias de la crisis. Con noticias de esperanza acelerándose, uno también empieza preguntarse cómo se vivirá con inseguridad e incertidumbre a largo plazo. Este próximo paso obligatorio será la confrontación con una nueva realidad, sobrevivir en un mundo imprevisible por defecto. De pronto navegamos en un mar de dudas… ¿Seremos capaces de convivir con la ambigüedad y la volatilidad?
Se hace evidente la imperiosa necesidad de juntar a todas las partes implicadas e investigar en qué estado se encuentra el sector primario y secundario. La misión central en el sector de la alimentación se basa en la construcción de una cadena de valor que sea económicamente sana, ágil y sostenible, con un enfoque en la innovación. En definitiva, el sector precisa a líderes que sepan proclamar este cambio y dar forma a la transición. Diferentes investigaciones han concluido que la capacidad de recuperación es una habilidad medible, y que las personas y organizaciones que poseen altos niveles de resiliencia tienen más probabilidades de tener éxito personal y empresarial. También hay evidencia de que las personas resilientes están más protegidas de los pensamientos negativos y destructivos después de los eventos complicados de la vida. Pero si hacemos un sano ejercicio de sinceridad, debemos admitir, y la situación actual es prueba de ello, que no siempre resistimos tan bien a los cambios imprevistos, la incertidumbre, la ambigüedad y la ansiedad. Es por ello, que se debe potenciar la resiliencia en la educación de las personas, en casa, en las escuelas y en las universidades. Además, para crear sectores resilientes, hará falta que todas las partes implicadas, los famosos stakeholders, se abran a dinámicas que potencien la efectividad del término en la práctica.
Dependencia del precio
La globalización, la tecnología y la responsabilidad social han provocado muchos cambios en el sector de la alimentación. Empresas y consumidores viven las consecuencias en su día a día, a menudo de forma impactante, positivas, pero también negativas. Dentro de las positivas, los consumidores parecen ser los principales beneficiados. Hoy en día, se puede obtener cualquier producto, a cualquier hora y lugar a precios cada vez más competitivos. Sin embargo, empresas en el sector primario (agricultores, ganaderos etc.) no sólo viven resultados positivos. Aunque la globalización abre las puertas al extranjero y puede proporcionar un aumento importante de la cartera de clientes, la competencia igualmente puede resultar asfixiante. Es esta rivalidad hace que los precios estén bajo una presión constante para muchas empresas, sobre todo las pequeñas. Así, cambios bruscos en la demanda y la oferta, como caracterizan los períodos de incertidumbre, pueden tener consecuencias desastrosas imponiendo un margen de base mínimo. La supervivencia en períodos de carencia resulta simplemente imposible por el poco “colchón” que se acumula en los años de bonanza.
Un segundo factor relacionado con el precio que debemos mencionar es la fuerza de los actores comerciales, por ejemplo, los supermercados. Cada vez hay menos y los que quedan son los más potentes. Su cuota de mercado les puede dar mucho poder dentro de la cadena de valor y así hacer dependientes a empresas proveedoras y a sus productores; resultando en la fijación de condiciones que pueden llegar a ser abusivas. Siempre que el precio sea el variable singular determinante en la cadena y no trabajemos en mecanismos sostenibles (para todos), cambios inesperados de cualquier forma tendrán influencias negativas para los “dependientes”. Aquí vemos un rol crucial por parte de las asociaciones reguladoras, gobiernos y grandes empresas a la hora de buscar soluciones respetuosas con todas las partes implicadas.
La globalización, entonces, crea oportunidades de crecimiento abriendo carteras de clientes para algunas organizaciones, pero también genera una competencia más intensa basada en el precio, poco atractiva o sostenible para otras. Si aspiramos a una economía resiliente, sin embargo, resulta imprescindible mencionar también la distancia física como factor determinante. Presionados por precios mínimos, exportamos productos autóctonos al extranjero a tarifas más elevadas y por la misma razón importamos materias primas y artículos finales. Estos procesos ponen en peligro la agilidad y la tasa de reacción de los sectores. Por ejemplo, ¿Qué pasa con los productos alimentarios procedentes de países de Europa del Este y, más lejanos aún, Asia? En periodos de crisis la rapidez, el tiempo de distribución y el time-to-market son clave. La dependencia de terceros puede poner en peligro la seguridad alimentaria. Debemos incentivar la oferta y la compra de los productos de proximidad (también: Km 0) garantizando un beneficio razonable para los productores y un precio moderado para el consumidor.
Únicos e innovadores
Hace falta trabajar conjuntamente hacia una repartición más justa del beneficio y así generar más resiliencia y sostenibilidad en la cadena alimentaria. Con el mismo fin, hay otra estrategia poco valorada que se fundamenta en el reconocimiento de la ciencia y la innovación. La capacidad de adaptación se basa en la importancia que le demos a la innovación, a los procesos de aprendizaje y de mejora continua. Por ejemplo, el desarrollo de prácticas y productos sostenibles puede tener consecuencias positivas estructurales para diferentes stakeholders en la cadena. Ante todo, mejorará el posicionamiento internacional y así el valor del sector entero. Las leyes del marketing nos enseñan que una oferta única es lo que el público objetivo quiere percibir; el posicionamiento mejora como consecuencia y así el valor del negocio. La innovación también puede, más específicamente, iniciar un proceso de desarrollo de nuevos productos liderando la búsqueda de nuevas aplicaciones y servicios existentes. El desarrollo de uvas cada vez más resistentes a los cambios de temperatura es un claro ejemplo de este esfuerzo en diferentes bodegas. De nuevo, el sector vitivinícola tan arraigado en España ha sido pionero en mostrar el éxito de eventos innovadores, donde vinos, productos gastronómicos, música y otras expresiones del arte y la cultura se fusionan.
Lo que no debemos olvidar es que los cambios fundamentales sólo serán posibles con el esfuerzo de personas. La implicación de todos los stakeholders en el proceso será vital, pero no será fácil. Hace falta un liderazgo ético, justo y efectivo, convencido y apasionado sobre la necesidad indemorable del cambio. Un liderazgo con misión, que ponga el interés del sector por encima del interés individual y que crea en el poder de la innovación y la sinergia. Sabemos que la naturaleza humana tiende a tomar decisiones fáciles y enfocadas en el corto plazo, en un intento de “sálvese quien pueda”. Sin embargo, necesitamos líderes que entiendan y proclamen que una apuesta por la cooperación, la innovación y la diferenciación toma su tiempo, pero tiene efectos positivos y duraderos a más largo plazo; y construye un engranaje mejor preparado para afrontar amenazas emergentes como la que estamos viviendo actualmente.
Si conseguimos que la futura cadena de valor de la alimentación sea sostenible, esto conllevará la adquisición de mecanismos de adaptación a situaciones imprevistas y entornos inciertos por resultar autónoma e innovadora. El éxito dependerá de la capacidad de mantener nuestros objetivos y valores, mediante un esfuerzo conjunto y potenciando un liderazgo sostenible, basado en la resiliencia. Sólo así, habremos aprendido algo de esta pandemia, pasando de la teoría a la acción. La resiliencia irá mano a mano con la sostenibilidad.
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