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La última milla empeora con el covid-19. Así de rotundo se muestra el profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en logística, Cristian Castillo, quien recuerda que esta fase de la cadena de suministro presenta un reto: “Lograr la eficiencia del transporte puerta a puerta, que tiene un coste muy elevado para el medio ambiente”.
Según datos de la Generalitat, en Cataluña se entregan tres paquetes cada segundo. Esto supone un volumen muy alto de mercancías en esta última milla, que la pandemia ha incrementado. Las grandes ciudades son las que se enfrentan al reto de hacer que este esfuerzo logístico sea eficiente y sostenible. Castillo apunta como ejemplo China: “Si cada particular que realiza un pedido esperara que llegara un repartidor a su domicilio, sería imposible sostener el coste medioambiental”.
Actualmente, el modelo chino se basa en utilizar puntos de recogida que el consumidor puede escoger. Se trata de taquillas situadas en centros de transporte público o en tiendas del barrio. Estos puntos concentran todos los envíos de una zona, y esto permite que la distribución de mercancías sea mucho más sostenible.
Cristian Castillo (UOC): “Si cada particular que realiza un pedido esperara que llegara un repartidor a su domicilio, sería imposible sostener el coste medioambiental”
En el ámbito local, Castillo explica que en ciudades como Barcelona ya se empieza a impulsar un modelo similar, con taquillas en el metro o en estaciones de tren, pero advierte que “aún hace falta más concienciación desde el punto de vista del consumidor”.
El experto considera que “tardaremos varios años” en hacer el cambio en este sentido, porque el pensamiento generalizado es que lo que se compra por internet debe ser “inmediato” y no debe obligarnos a desplazarnos. El volumen de pedidos que genera el comercio electrónico en Cataluña evidencia que hay que “cambiar el modelo”, sostiene Castillo.
El crecimiento de este tipo de comercio ha hecho que las administraciones se hayan puesto a buscar nuevos modelos de distribución urbana de estas mercancías de última milla. Entre las medidas que empiezan a implementarse, está el uso de vehículos eléctricos. Sin embargo, el problema es que esta medida funciona con furgonetas de mensajería, pero “un tráiler o un camión de reparto con motor eléctrico todavía no son posibles”.
Los cambios de modelo que habrá que hacer no supondrán necesariamente una disminución de puestos de trabajo, porque, según Castillo, lo que hace falta es reconvertir y repensar el modelo, teniendo en cuenta que el comercio electrónico “ha venido para quedarse” y que su potencial de crecimiento en España es muy alto.
Desde el punto de vista del cliente, el profesor apunta que hay algunos instrumentos que le permiten saber cuántas emisiones de dióxido de carbono supone cada movimiento logístico: “El hecho de que el consumidor pueda conocer qué cadena ha hecho el producto y qué impacto ha tenido sería una buena herramienta de concienciación”.