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Como un argentino más, Tim Atkin desayuna mate amargo en una calurosa mañana de verano en Buenos Aires. Después de veintiocho años visitando regularmente el país, ya incorporó la costumbre criolla y hasta lleva consigo su propio equipo cuando viaja. Prefiere la yerba sin palo. “Como los uruguayos”, confiesa sonriendo y en voz baja, conocedor de la grieta rioplatense.
Pero la bebida de la que Atkin más sabe no es el mate, está claro. Lo suyo es el vino, y más precisamente el de alta gama, que degusta periódicamente en distintas regiones de Europa, Australia, Sudáfrica y Sudamérica. Destacado Master of Wine (título otorgado en Inglaterra que acredita el más alto conocimiento del rubro), escribe para prestigiosos medios internacionales como la revista Decanter, y elabora reportes anuales en los que califica con puntajes cada etiqueta que probó. Un método creado por el norteamericano Robert Parker -actualmente retirado de la profesión-, que hoy siguen utilizando colegas suyos como el estadounidense James Suckling, el español Luis Gutiérrez o el chileno Patricio Tapia, entre otros.
El crítico británico Tim Atkin en plena cata, durante su última visita a Mendoza (Foto: Clos de los Siete).
Durante su última visita a la Argentina, Atkin cató más de 1.600 vinos nacionales a lo largo de veinte días que repartió entre la ciudad y las provincias de Jujuy, Salta y Mendoza. Antes de despedirse, dialogó con Clarín sobre esta experiencia, de la que surgirá el reporte 2020 que publicará en mayo.
-¿Qué fue lo que más te impactó en este viaje?
-Me gustaron mucho algunos vinos de la Patagonia, como los de Otronia, del sur de Chubut, y el Pinot Noir de Familia De Bernardi, de Río Negro. También los de Staphyle, un pequeño viñedo de Potrerillos, Mendoza, al que fui por primera vez.
-Siempre trascienden los vinos con mejor puntuación, pero no los que obtuvieron números más bajos. ¿Puede haber vinos malos en el segmento de alta gama en Argentina?
-Para mí un vino malo es un vino con defectos. Un vino oxidado, pasado, con brett, que es una levadura que produce aromas desagradables. Hay vinos que no están bien y yo los pongo en el informe, creo que el puntaje más bajo que he puesto es 74 (N. de la R: el rango va de 50 a 100). En Instagram no voy a poner una foto de un vino que no me gusta, no vale la pena.
-También sos muy crítico del uso del roble, ¿eso baja el puntaje?
-Sí, soy muy crítico, pero he notado que en los últimos años eso ha mejorado. Muchos de los mejores vinos ahora se hacen en piletas de hormigón, y la crianza es en toneles o barricas de 500 litros.
“Hay que pensar qué vinos están buscando los jóvenes. A ellos las latas no les dan miedo como a los mayores”.
Tim Atkin
Crítico de vinos
-¿Cómo mantenés la independencia a la hora de calificar?
-Bueno, yo no quiero ir de vacaciones con enólogos ni pasar tiempo en sus casas. Esto lo veo como un conflicto de intereses. En cuanto a los viajes, hay lugares a donde no podría ir si no me invitaran, como es el caso de Argentina. Pero sólo acepto viajes pagados por organizaciones, como Wines of Argentina (N. de la R. la entidad que promueve el vino argentino en el mundo y financia su visita anual). No acepto viajes pagados por bodegas ni voy a lanzamientos de productos, por ejemplo. Eso comprometería mi independencia, que para mí es super importante.
-Los puntajes son determinantes para el mercado internacional, pero no inciden en el consumo masivo interno.
-Depende del nivel del vino. Los puntajes son importantes cuando el vino es de alta gama, para que se venda en Estados Unidos, China, Canadá o Inglaterra. Son una manera de ver los gustos de un crítico.
-¿Y cómo se hace para vender más vinos en el supermercado, los de segmentos más bajos, que deben competir con la cerveza, entre otros desafíos?
-Para mí hay que convivir con la cerveza y no competir. En todos los países el consumo de vino está bajando. Pero el boom de la cerveza artesanal lo veo como un fenómeno más argentino. La industria del vino debería pensar por qué ha tenido tanto éxito. Hay bodegas que rediseñan sus etiquetas para llamar la atención. Hay que cambiar la mentalidad de los consumidores.
-¿El vino en lata o tirado puede ser un camino para lograr ese objetivo?
-Yo creo que sí. Fijate que mi colega Jancis Robinson criticó el peso de las botellas de vino en Argentina. Yo creo que eso ha cambiado en los últimos años. La gente es más consciente de los efectos del cambio climático también y busca sustentabilidad.
-Pero la lata es una alternativa para un vino de un segmento más bajo, no para uno de alta gama…
-No, claro que no. Bueno, no sabemos. ¿Por qué no? Hay que encontrar soluciones verticales. Si no, Argentina va a perder viñedos, porque, ¿para quién va a producir vino? Hay que pensar qué están buscando los jóvenes, que no buscan lo mismo que yo. Buscan diversidad, vinos más entretenidos, orgánicos, en otros envases. A ellos las latas no les dan miedo como a los mayores.
-El máximo puntaje que pusiste a un vino argentino es 98 puntos. ¿Hay posibilidades de acercarnos o llegar al 100 en el reporte 2020?
-¡Hay un 99! Ninguno de 100 puntos todavía, pero están cada vez más cerca.