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Justamente, por querer mostrar de forma realista la situación de los protagonistas, ‘La tumba de las luciérnagas’ tiene personajes tremendamente humanos, con defectos que provocan más empatía con el espectador, al ser una historia real. En la novela original, Nosaka describió a Seita como un niño «que estaba bastante consentido durante la guerra». El chico era hijo de un oficial de la Armada Imperial, lo que provocaba que fuese miembro de una familia de alto rango. La forma de actuar de Seita, le recordó a Takahata más al comportamiento de los niños en 1987, que en 1945. El cineasta, en la más que mencionada entrevista a Animage, comentó que, hasta que leyó la novela, pensó que los niños siempre desarrollaron la voluntad de vivir, pero en cambio, Seita, elige no soportar los momentos difíciles, como cuando su tía los desprecia, Seita no aguanta estoicamente, sino que se retira.
Un adulto, evidentemente, no entiende tal forma de actuar, pero Takahata comprendió que los niños, en 1987 (esto es aplicable a la actualidad), tienden a basar sus decisiones en si son agradables o no, mientras que en la generación de Seita, los niños de su edad sí tendían a soportar situaciones inhóspitas. «No creo que solo sea algo de la infancia, creo que los tiempos se están volviendo así también, por eso me atrajo la idea de adaptar la historia a una película», declaró. Por supuesto, son situaciones que desconciertan, pero que son tremendamente humanas, de ahí el increíble realismo del filme, que no hay que olvidar que está inspirado en hechos reales.
De hecho, las decisiones de Seita son muy erróneas, pero propias de un chaval de su edad. Algo similar sucede con Setsuko, una niña de solo cuatro años de edad. Takahata comentó lo complicado que resultó crear un personaje tan tangible de tan corta edad: «Setsuko fue más difícil de animar que Seita, nunca había representado a una niña menor de cinco años». El director también comentó que su personalidad no fue fácil de retratar, ya que los niños de esa edad se vuelven más asertivos, pero también egocéntricos y tratan de salir con la suya, algo normal, solo tienen cuatro años. Además, Setsuko es el símbolo de la inocencia en la película, la que retrata de forma más plausible los efectos de la guerra en los niños y la pérdida de la inocencia. Pero en una situación tan extrema, se convierte en una situación insoportable, más para un niño de 14 años que debe convertirse en padre de su hermana al no tener ayuda de ningún adulto.
De ahí que la película está rodada desde el punto de vista de Seita, «incluso pasajes objetivos del filme se filtran a través de la mirada de sus sentimientos», comentó el director. Es más, la crítica no está en las acciones de Seita, propias de una mente que está creciendo, sino en la inacción de los adultos, que son testigos de la situación de desolación de los dos huérfanos.
La tumba de las luciérnagas en eCartelera