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Si hasta hace poco más de una semana hacer la compra era una tarea de obligada necesidad, ahora se ha convertido en la mejor excusa para salir de casa. Ni siquiera hace falta acercarse a las grandes superficies situadas en la periferia. Basta con asomarse al supermercado del barrio para entender que durante el estado de alarma estos establecimientos han cogido un nuevo significado. Parece que la pereza ha desaparecido, aunque las colas puedan llenar dos manzanas o incluso superar los cuarenta minutos de espera. En tiempos de confinamiento, ir a la compra es el mejor plan de la semana, «como cuando esperábamos al sábado para quedar con las amigas a tomar unas cervezas», compara María mientras espera su turno para entrar en el BM de la calle Ronda de Gros, en San Sebastián.
El anuncio de la prórroga del estado de alarma como mínimo hasta el 11 de abril y el comienzo de la segunda semana de cuarentena hizo que ayer decenas de personas de todo el territorio aguardaran su turno para llenar la despensa. Pese a que el viernes fue, hasta el momento, el día con mayor afluencia en los diferentes supermercados de Gipuzkoa, la jornada de ayer no se quedó corta. «Quizá este lunes ha venido menos gente, pero las compras son de un volumen superior a las de otros días», explicaba Txus, encargado del BM de Ronda, a la entrada de la tienda. «En el peor de los días, la fila alcanzó la calle Miracruz, pasando antes por la calle Nueva». Es decir, dio la vuelta a la manzana. Ayer, clientes como Pedro estuvieron alrededor de media hora para entrar, aunque en otros supermercados como Mercadona o Alcampo hubo momentos en los que la espera superó los cuarenta minutos.
La distancia entre una persona y otra tiene que ser de un metro como mínimo, al igual que en cada establecimiento solo puede entrar un número determinado de clientes al mismo tiempo. En este BM, veinte. Cuando sale una, entra otra, y así sucesivamente. Antes de coger el carro, desinfectado cada mañana por el equipo de limpieza del propio comercio, hay que ponerse los guantes de plástico correspondientes. Además, si en alguna zona, como en la frutería, se acumula más gente de la permitida, «les invitamos a cambiarse de pasillo para volver más tarde». La seguridad de los compradores está en juego, pero también la de los trabajadores. El personal de caja, los reponedores, los dependientes o los encargados de la limpieza son los otros héroes que hacen frente a la pandemia para facilitar el día a día del resto de ciudadanos.
Con precaución
«No tenemos miedo, pero sí respeto», señalaba Txus, con guantes de látex pero sin protección en la boca. Su compañera Maite, que trabaja de cajera, es de la misma opinión. Ella está «tranquila» porque la empresa les ha facilitado «mucho» el trabajo. No solo con el material otorgado, como las mascarillas y el gel desinfectante, sino que también con las nuevas medidas establecidas. «El riesgo siempre está presente, pero estamos mentalizados de que tenemos que trabajar y tomando las precauciones necesarias no tiene por qué pasarnos nada», insistía antes de cobrar a una mujer que llevaba en el carro frutas de todo tipo y varias bolsas de arroz blanco, alimentos que precisamente forman parte de los más vendidos durante la crisis sanitaria por el coronavirus.
Una vez pasado el ‘boom’ «inentendible» de la compra masiva de rollos de papel higiénico, los productos más demandados durante el aislamiento son las legumbres, las conservas, las frutas y el arroz. Los primeros días también se arrasó con la carne, «pero ahora la gente busca alimentos que no caduquen fácil, además de la fruta, por las vitaminas».
El arroz, las legumbres y la fruta son los productos más demandados durante el confinamiento, así como los desinfectantes
Dependientes, cajeros y reponedores aseguran estar «tranquilos». No tienen miedo, pero «sí respeto»
Es el caso de Lucía, que ayer hizo la compra de la semana y, sobre todo, llenó la cesta de manzanas, kiwis y naranjas, otras frutas y verduras y «productos desinfectantes como lejía». Estos días de confinamiento baja a comprar cada lunes -ya es el segundo-, y así lo seguirá haciendo «hasta que termine todo. Hay que ser responsables y no salir cada día, a no ser que sea estrictamente necesario, pero comprar una tableta de chocolate o un plátano no lo es».
Al salir, Lucía se cruza con José Antonio. Ella se vuelve a casa mientras él entra. Después de haberle dado tiempo de hojear el periódico entero en la cola, ha llegado su turno. Él hace la compra «cada tres días». En su casa, es el único que baja a hacer recados. El resto cumple el confinamiento a rajatabla. Nada de calle en un mes. La última vez que fue al súper fue el viernes. Ayer, tras el fin de semana, tocaba reponer. Cada uno tiene sus preferencias y la de José Antonio es el pan. «No puede faltarme. Para no tener que salir a diario calculo y cojo para que me dure tres días. Después, vuelvo a por más», explica.
María, Pedro, Lucía o José Antonio, al igual que el resto de la población, no podrían hacer algo tan sencillo como la compra si no fuera por todos los trabajadores que cada día, burlando al coronavirus, ponen su mejor sonrisa para hacer que las cosas funcionen. El repartidor trae los alimentos que ha acercado el camionero para que el reponedor guarde en el almacén y los coloque con ayuda de la dependienta. Usted después lo meterá en su carro, hasta pasar por caja. Y entonces entenderá la importancia del trabajo de Maite, Txus y el resto de sus compañeros.
Servicio a domicilio para los más mayores
En tiempos de crisis llega el momento de reinventarse. Es lo que han hecho por ejemplo los supermercados BM, que han puesto en marcha un servicio exclusivo para aquellos clientes mayores de 70 años que no quieran o no puedan salir de casa. Pueden realizar el pedido por teléfono y recibirlo en sus hogares de forma gratuita. En la cadena guipuzcoana aseguran que las líneas están «colapsadas» de todo lo que están llamando. Para el común de los consumidores, el reparto a domicilio está permitido siempre que se cumplan las medidas de seguridad necesarias, como mantener la distancia entre el trabajador y el cliente. Además, muchas cadenas mantienen activa la opción de compra ‘online’ con la posterior entrega en casa para facilitar la compra a los colectivos vulnerables.