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El 70% del empleo en la zona se habría recuperado y la afluencia de público creció en más de un 30%. Mientras Lastarria vive días complejos, Italia parece capturar a esos visitantes. Comerciantes, dirigentes y anticuarios sacan cuentas alegres, tras meses en que algunos quebraron y otros se enfocaron en el delivery. Los fines de semana las calles se cierran y muchos reconocen que es un boom que no habían visto antes en la zona.
Domingo 29 de noviembre, 13 horas: el Barrio Lastarria luce con algunos de sus locales cerrados, todas sus fachadas rayadas con graffitis y una cincuentena de vendedores ambulantes copan las veredas. Pero hay muy pocos transeúntes. No más del 10% de la gente que solía llegar hasta acá. Ya no hay turistas, tampoco familias. Los locatarios están preocupados y ven cómo su atractivo ha disminuido por la cercanía que tienen con la llamada Zona 0 de las protestas, que siguen realizándose a diario, con manifestantes y carabineros corriendo y un olor a lacrimógenas que hace, a ratos, irrespirable estar en el lugar. Mismo día y hora: Barrio Italia luce repleto de personas y muchas familias que hacen fila para entrar a un local o un restaurante a almorzar.
Está a pocas cuadras de Lastarria y Plaza Baquedano, pero las suficientes como para no depender de si hay protesta o no. Es el cara y sello de dos barrios con estilos similares, donde Italia siempre fue una alternativa, pero no la elección principal. Hoy, las cosas cambiaron y el Barrio Italia vive un renacer post cuarentenas y en plena pandemia, con una cantidad de gente que, reconocen todos, no habían visto nunca.
Un hombre mayor camina junto a otro más joven, que empuja un triciclo con agarre, en el que va una guagua. “Está llenísimo y vienen porque, como son jóvenes, en su mayoría son asintomáticos”, se le escucha decir con tono amargo. Al otro extremo de la calle, en el Liceo Carmela Carvajal, un grupo de Carabineros son el único signo que recuerda que hoy son las elecciones primarias de alcaldes y gobernadores. El resto de Avenida Italia, como dijo el señor, está realmente concurrido.
Son las 13:40 del domingo y el sector demuestra tener una segunda vida, luego que Providencia y Ñuñoa entraran, a principios de septiembre, en fase 3 de preparación del plan Paso a Paso. Desde eso, progresivamente los locales de la zona han subido sus cortinas y se han tomado literalmente las calles. Con la autorización de la municipalidad, restaurantes, heladerías y otros se han instalado en los caminos y estos se han cerrado exclusivamente para reactivar económicamente a la zona.
Al comienzo de Avenida Italia, los visitantes hace fila para entrar a las populares pizzerías Tío Tomate y La Argentina. Unas 15 personas esperan su turno en cada local, mientras otros discuten si ponerse o no a la espera. Familias completas, mamás con sus hijos, parejas de adultos mayores y niños jugando a perseguirse son algunas de las personas que se ven y en el aire se mezclan gritos, risas y entonaciones no solo locales. Seis venezolanos –su acento los acusa– discuten dónde ir, provistos de mascarillas y alcohol gel en la mano.
Barrio Italia siempre tuvo una buena concurrencia los fines de semana -especialmente los sábados-, pero de lunes a viernes parecía pueblo fantasma. Eso ha cambiado. El plan de retorno y reapertura en la comuna de Providencia, denominado “De 0 a 100”, comenzó a desarrollarse a fines de marzo y se rigió, principalmente, en base a los avances que tenían algunos municipios en Europa. Gracias a su implementación, Patricio Ovalle, director de la Dirección de Desarrollo Local de la municipalidad, afirma que se han recuperado cerca de un 70% de los empleos y ventas con respecto de los niveles previos a la pandemia.
Para apoyar a los comerciante de la zona, Ovalle explica que se implementó la flexibilización de ciertos cobros, como la publicidad, derechos de aseo, patentes municipales y se exoneró el cobro del uso de las terrazas de las calles para que los empresarios ocuparan esos espacios. El proyecto, que le permitió a los locatarios trasladar parte de su espacio a las calles, podría mantenerse durante todo el primer semestre del próximo año, como medida de apoyo a los emprendedores de la zona, dependiendo si la comuna no sube los contagios por Covid-19. El director de la Dirección de Desarrollo Local de Providencia asegura que los locales que quebraron “no son una cantidad sustantiva” y dice que piensan que “lo peor ya pasó, pero no sabemos qué sucederá en la segunda ola”.
Más público al almuerzo
“A nosotros nos pegó, pero ni cerca de habernos destruido”, resume Rodrigo Arellano, uno de los socios fundadores de la pizzería “Tío Tomate”. “Hubo pérdidas, pero porque no hubo ventas. Tuvimos que pagar el arriendo, imposiciones, mantención, alarmas, que es lo que le tocó a todo el mundo”, comenta sobre uno de los locales más grandes de Barrio Italia y que está con concurrencia de lunes a domingo. “Respecto a 2019, en el mismo período estaremos teniendo un 15% más de público. De noche y los fines de semana siempre ha venido mucha gente, pero los almuerzos nos han aumentado cerca de un 30%”, calcula el también productor de cine. Durante tres meses estuvieron sin actividades y luego reactivaron el servicio de delivery.
“Antes de la pandemia nos estaba yendo súper bien y ahora nos funcionó. Desde el principio partió bien. Después, cuando nos tocó abrir, teníamos un poquito de miedo”, reconoce Arellano. “Por el mismo tema del coronavirus ya no se puede estar tan encerrado en los locales y la gente prefiere hacer las mismas compras en otros lugares que son más amables, que están al aire libre y no te vas a contagiar. Va por ahí”, postula.
No todos respetan las medidas para evitar contagios. Al entrar a una tienda de una galería ubicada en Avenida Italia 1325, con un aforo de 1 persona, entran otras 5. Unos minutos después, el vendedor les indica que deben salir y esperar, pero inmediatamente ingresan 3 más. Más abajo, en el Paseo Estación Italia, la situación se replica y, al ingreso, unas 20 personas vienen sin respetar el distanciamiento físico. En el subterráneo, donde hace algunos meses habían algunos locales de decoración, ahora hay blocks vacíos y un árbol de Navidad gigante ilumina el panorama. En Bodega Italia, otra galería, tienen un camino especial señalizado para poder seguir sin encontrarse con tanta gente. Y en el segundo piso, al interior de la tienda Tentáculo Freak, el vendedor explica que, a pesar del período, las ventas han ido bien y que recién se instalaron hace dos meses.
Marcelo Cicali, presidente de la Cámara de Comercio de Providencia y dueño de Bar Liguria, dice que la reapertura impactó positivamente a todos los comerciantes. “Después de un año, entre el estallido y la pandemia, ha sido un impacto tremendo no solo para comenzar a generar ventas, sino para la actividad en general. Además, la salida de la gente demuestra algo que habíamos perdido. No es solo la transaccionalidad del comercio, sino darnos cuenta de la interacción con las personas. Quizás lo teníamos, pero no lo valorábamos antes, que es el hecho de estar juntos”, dice.
Cicali analiza la situación de otros barrios, y dice que un factor relevante es la ubicación donde están. “Las otras comunas, o los otros sectores más asociados a la zona cero o a Plaza Italia, no solo tienen el componente de la pandemia o de volver a activar el comercio, sino que todavía tienen la afectación producto de las legítimas marchas. Pero también es legítimo el derecho a trabajar”, afirma.
Quiebran unos, llegan otros
Paulina Ureta, presidenta de la Asociación Gremial Barrio Italia, cree que el público de otras zonas se ha trasladado a Italia. “Para ellos, ha sido un descubrimiento. Lastarria era chorísimo y tiene mucha onda, lindo en aquitectura y mucho más que Barrio Italia, pero ahora le está dando la posibilidad de demostrar su belleza. A mí me da pena, porque conozco a los gremios de Lastarria, Plaza Italia o de Bellavista y se han visto súper afectados”, dice la ingeniero, dueña también de la galería La Candelaria.
De los cerca de 450 locales que conforman Barrio Italia, unos 310 forman parte de la asociación liderada por Ureta. Según comenta, en estos meses ha habido una renovación cercana a un 100% de los afiliados. “Si caminas por el barrio no verás locales vacíos. Eso sería algo muy raro. Pensamos que sería algo notorio cuando volviéramos, pero no fue así. Producto del estallido social y de la pandemia muchos quebraron y se fueron, pero llegaron quienes pensaron que ahora les tocaba emprender”, afirma. “Originalmente teníamos a 320 locatarios afiliados de todos los rubros, y debemos andar ahora en los 310, habiendo cambiado unos por otros”, añade Ureta.
Una medida que tomaron los propietarios de Barrio Italia fue rebajar los arriendos, para mantener a sus inquilinos. Ureta explica que, durante los dos primeros meses de cuarentena, bajó los pagos de los 14 locales de su galería a un 50%, pero solamente cancelando el 30% al mes corriente y el resto se entregaría una vez abrieran sus puertas. Como el cierre del comercio se extendió, fijó el valor del arriendo al 15% y sin tener que pagar el resto.
“Mi idea era no perder arrendatarios. No les podía cobrar el total original. La política que tomé la tuvieron muchos dueños. No todos y, los que no lo hicieron, vieron el costo, porque cuando volvimos de la pandemia quedaban pocos locales abiertos”, comenta la empresaria. Eso sí, el valor ha ido recuperándose en un 10% mes a mes, para así llegar al 100% nuevamente en marzo. “Estar seis meses pagando un arriendo sin recibir dinero… No lo cuentas. Esto es empatía y estrategia, no sacas nada con fregarte a la gente”, añade.
Los peatones en Barrio Italia hacen filas no solo para entrar a restaurantes, sino también para los pequeños bazares. Pablo Guzmán, arquitecto dueño de la tienda de decohogar Larry, dice que el sector ha sufrido una gran renovación y que “da la impresión que se transformó en el nuevo Parque Arauco”. En este período que tuvieron que cerrar la tienda, por la cuarentena, dice que las ventas no bajaron. Cuando comenzó el brote de coronavirus en Chile, vieron que el sector de decohogar subió sus ventas a través de internet y decidieron activar su sitio web.
Las compras, dice Guzmán, se duplicaron “más que con la tienda abierta” y en octubre estrenaron su nuevo local: pasaron de un espacio de 40 metros cuadrados a uno de 280. “Pareciera que mucha gente se vino para acá y se instaló como el paseo familiar de los fines de semana. Lo de las calles influye, porque se volvió como lo que pasa en Buenos aires, con Palermo o San Telmo”, dice el arquitecto, que está en el barrio desde 2009.
Con la tienda ya en funcionamiento, el empresario dice que el flujo de ventas online ha bajado, pero que no lo han resentido, porque la alta concurrencia de público los ha favorecido. En su anterior ubicación les habían reducido el valor del arriendo a un 50%, pero por el período de cuarentena, “y aún así, estaba más barata esta. Hay señoras que vienen y dicen que nos pongamos en Luis Pasteur, pero nos gusta lo variado del barrio”, apunta.
Anticuarios de Barrio Italia
Los anticuarios ganaron un espacio en la intersección de Italia con Caupolicán, pero con cerca de 50 años en el sector, solo algunos sobreviven. Héctor Lamur, presidente de la Asociación Gremial de Anticuarios y Artesanos, dice que la pandemia y la posterior reapertura no los favoreció. “Los arriendos ya estaban caros cuando nos fuimos y cada uno negoció sus términos. Hay que entender que los locales no funcionaban al 100% y ‘volver a la normalidad’ y pagar lo mismo de antes no es gracia. Amigos de acá se han ido, hay anticuarios que han desaparecido y están agonizando varios”, dice el librero.
El presidente de la asociación gremial estima tener más de cien mil volúmenes en su local. “Hay varios que no pueden seguir pagando $800 mil al mes, algunos han intentado que les cobren menos y hay dos que están en postura de irse. En la Asociación éramos entre 38 y 45 y quedan menos de la mitad. Ahora ya se han ido otros cinco”, comenta. Para sobrevivir, dice que algunos anticuarios recibían encargos desde su casa para realizar restauraciones y que había quienes “tenían que ir a buscar muebles ‘jugando a los piratas’ por ahí para poder pasar, porque era la única solución para hacer algo”, afirma. En un fin de semana previo a la pandemia, explica, podía vender unos 240 libros. Ahora, tras reabrir su local en Caupolicán, vende cerca de 40, pero recibe llamados y pedidos de clientes habituales.
Patricio Delorme, hijo del dueño de Antigüedades Delorme, comenta que tras el retorno han tenido que funcionar con las puertas cerradas. “No nos ha ido mal, porque igual anda harta gente. No estamos atendiendo al público en general, solo si tocas el timbre. Pero nosotros tenemos una clientela e igual llegan o llaman. Nos hemos defendido”, señala.
Justo en la intersección de calle Caupolicán con Avenida Italia, en una esquina, se pueden contar exactamente a 48 personas sentadas en el pasto. Unos metros más allá, la heladería Festa tiene todos sus lugares ocupados y se replica en los locales colindantes. El galpón de la numeración 1659 es uno de los pocos donde toman temperatura al ingreso, entregan alcohol gel y se mantiene el control total del aforo en su interior. Del otro lado de la calle, justo frente a Casa Pop, un DJ pone música y el beat se escucha en toda la cuadra.
Ya al ingresar, hay una feria de emprendedores. Velas, ropa, libretas y alimentos saludable son algunas de las cosas que se ven mientras, al fondo, una banda con guayaberas toca música. El galpón está repleto todos los fines de semana, explican, y una chica en el puesto de 3Kiltros, que venden juegos de mesa, comenta que comenzaron a vender hace poco, pero que la respuesta ha sido muy positiva y les ha ido mejor de lo que esperaban.
Locales de otros ámbitos han podido volver a sus labores en Barrio Italia. El Teatro El Cachafaz, del humorista Jorge Alis, comenzó en octubre con transmisiones de teatro en línea y recién hace tres semanas pudieron realizar funciones para el público. La productora del teatro, Cecilia Aguirre, comenta que desde su cierre -a fines de marzo- solamente tuvieron pérdidas, pero que ahora la respuesta de los asistentes ha sido positiva.
“De los 120 cupos que teníamos antes, ahora solo pudimos habilitar 40 de ellos, por medidas de seguridad y resguardo entre los asistentes. Pero en cuanto abrimos, se agotaron”, dice. A pesar de que el sector cultural es uno difícil de reactivar, se muestra confiada, “porque los fines de semana ha habido mucha gente, como una marea”, concluye.